viernes, 15 de noviembre de 2013

NO CONTRIBUYAS A VIOLENTAR A UNA MUJER "TIENEN DERECHOS"

VIOLENCIA EN MUJERESPor: Yaritza del Carmen Flores Matos.
1ero. B Licenciatura en Psicología
Universidad Autónoma de Campeche.
REF: ACT012_PSICOB














INTRODUCCIÓN

La violencia contra la mujer es también llamada violencia de género, la cual se define como: “Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, producidos tanto en la vida pública o privada”

Durante mucho tiempo, la violencia de género fue referida como un problema privado, sin embargo, es considerada recientemente como un grave problema social a nivel mundial. Es necesario un buen proceso de toma de conciencia social sobe la gravedad de este tipo de violencia y así, disminuir el gran obstáculo para a convivencia democrática entre hombres y mujeres.

La violencia de género es un medio que debiera estar ya desterrado en una sociedad civilizada, sin embargo es vista aún, por muchos, como una situación normal que debe suceder. Esto es del tipo de situaciones que requieren un cambio de mente, una transformación de la sociedad, un cambio de personas y de conductas. No cabe duda que la violencia en la familia es la base de tanta violencia, se ve a diario cómo madres y padres dañan tanto física como psicológicamente a sus hijos, formando futuras personas violentas.

Es por tal razón que el objetivo de este trabajo es identificar y definir las diferentes causas y modalidades de abuso en contra de las mujeres. Asimismo estudiar las estadísticas de los casos de violencia en el país y las diferentes leyes que existen actualmente para defender los derechos de las mismas; todo esto a través de la consulta en periódicos, revistas, entrevistas, páginas de internet y publicaciones que aportan datos relacionados al tema.

DESARROLLO

El origen histórico de la posición dependiente de la mujer y por lo tanto que la hace susceptible de violencia, según la visión de Federico Engels (desde 1884), está en el paso de las sociedades primitivas nómadas, tribales, comunitarias a la sedentarización.

Con el descubrimiento de la agricultura, el hombre comenzó a permanecer en un solo sitio, poseyó una tierra qué cultivar, animales que criar y fue entonces que no le convino que la descendencia fuera de la tribu o la horda, ya que debía asegurarse que sus hijos fueran de él para poder heredarles lo acumulado a lo largo de su vida. Así, la mujer se convirtió en receptáculo y salvaguarda de la descendencia y la familia, con la subsiguiente pérdida de su autodeterminación.

La violencia sexual es más patente durante la Conquista, ya que trajo para las mujeres una agresión brutal, debido a que ellas formaban parte del botín de guerra. El mestizaje de los primeros tiempos fue mayoritariamente producto de una violencia sexual extrema. En el siglo XVI las mujeres fueron objeto de violaciones, concubinatos, y, en ciertos casos de mujeres de la nobleza indígena, de matrimonios que las ponían en desventaja.
En la naciente Nueva España, suma de ambas culturas de tradicional sometimiento de la mujer, ésta debía a su cónyuge obediencia total a cambio de la manutención y la supuesta “protección” en la familia. Aunque la Iglesia Católica obligaba a ambos cónyuges a la fidelidad y a la responsabilidad de la crianza de los hijos, en los hechos no sucedía así.

Las mujeres se consideraban físicamente inferiores, asimismo para muchos derechos y responsabilidades. Mentalmente también eran consideradas de menor calidad que el hombre y la supuesta “protección” se tradujo en que, para efectos legales, se perpetuó su eterna minoría de edad: los esposos poseían el control absoluto de las transacciones económicas de sus esposas, de sus hijas solteras y de sus madres viudas.
En general las mujeres no podían dedicarse a actividades públicas sin el consentimiento y presencia masculina. Los padres eran los tutores de los hijos y las madres sólo lo eran en caso de muerte del padre, siempre y cuando éste no hubiera nombrado de antemano a otra persona para ejercerla, según el estudio de Silvia Arrom, “Las mujeres de la Ciudad de México, 1790-1857”, publicado por la UNAM, en 1985.

El 8 de marzo de 1911 se festejó por primera vez el Día Internacional de la Mujer, pero no fue sino hasta 1975 cuando en el marco de la Primera Conferencia Mundial de la Mujer, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) formalizó su celebración. Esta tradición de poco más de cien años, está encaminada a la lucha de la plena participación y condiciones de igualdad de la mujer en la vida política, civil, económica, social y cultural; así como la erradicación de todas las formas de discriminación. Para unirse a esta conmemoración.

La violencia contra la mujer es una forma de discriminación y una violación de los derechos humanos. Causa sufrimientos indecibles, cercena vidas y deja a incontables mujeres viviendo con dolor y temor en todos los países del mundo. Causa perjuicio a las familias durante generaciones, empobrece a las comunidades y refuerza otras formas de violencia en las sociedades. La violencia contra la mujer les impide alcanzar su plena realización personal, restringe el crecimiento económico y obstaculiza el desarrollo.

La generalización y el alcance de la violencia contra la mujer ponen de manifiesto el grado y la persistencia de la discriminación con que siguen tropezando las mujeres. Por consiguiente, sólo se puede eliminar tratando de eliminar la discriminación, promoviendo la igualdad y el empoderamiento de la mujer y velando por el pleno ejercicio de los derechos humanos de la mujer.


Algunos estudios revelan que las mujeres más expuestas a sufrir una violación están entre los 16 y los 24 años de edad, sin embargo cualquier hombre, mujer, niña o niño puede ser víctima de violación.

También son personas en riesgo aquellas que son discriminadas, ya sea por su raza o por padecer alguna enfermedad, por ejemplo las personas con dificultades para moverse o para hablar, las sexoservidoras o las prisioneras.
Toda la humanidad saldría beneficiada si se pusiera fin a este tipo de violencia, ya que se han logrado grandes progresos en la creación del marco internacional para lograrlo.

Sin embargo, han surgido nuevas formas de violencia y, en algunos países, se ha producido un retroceso en los avances hacia la igualdad y la ausencia de violencia que había logrado ya la mujer o están en una situación inestable. El predominio constante de la violencia contra la mujer es una demostración de que los Estados todavía no han encarado el problema del compromiso político, la visibilidad y los recursos necesarios.

La violencia contra la mujer no es invariable ni inevitable y podría reducirse radicalmente y llegar a eliminarse, con la voluntad política y los recursos necesarios.

Este tema avanza en las investigaciones realizadas hasta el momento centradas en la violencia familiar y en mujeres unidas en pareja; investigaciones que dejan fuera, entre otras situaciones de género, aquellas que afectan de manera particular a las adolescentes y niñas menores de quince años.

 Los tipos y modalidades de la violencia deben ser relacionadas entre sí y, al mismo tiempo, con la situación de vida de las mujeres. Todo ello en el marco del incumplimiento de los derechos humanos de las mujeres y las niñas y en la perspectiva de construir estos derechos durante todo su ciclo de vida.

Hasta el año de 1996 el mundo tuvo un cambio muy notorio gracias a la  Organización Mundial de la Salud (OMS) en la que hace un llamado a todos los países miembros a colaborar en la prevención de este grave problema. Ha sido un trabajo duro, pero no hay peor lucha que la que no se hace. Ya en el 2002 apareció el primer informe Mundial sobre la Violencia y Salud, en dicho documento se enfatizó los efectos que tiene la violencia en diversas esferas de la vida y entre los integrantes de la sociedad.

Una de las principales existencias de la violencia es cuando se presenta de manera directa, tangible, que afecte la vida o integridad física o psicológica de las personas o grupos.

Artículos importantes muestran en problema en pareja, la mayor parte de ellos a partir del análisis de los datos arrojados en la ENCUESTA NACIONAL SOBRE VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES 2003, realizada por la Secretaría de Salud y Centro de Encuestas. Estos textos documentan la relevancia del tema y sus consecuencias en la salud de una considerable proporción de la población, hasta ahora invisible.

En Octubre del 2005 se realizó una segunda reunión mundial sobre avances en la prevención de la violencia. En esa ocasión se emitió un llamado a cambiar la perspectiva para hacer frente al problema. Para ello es indispensable una visión multisectorial y multidisciplinaria que emplee la evidencia científica disponible para desarrollar programas bien planeados desde la perspectiva de la salud pública a partir de la identificación de las diversas causas que la generan.

México tiene claro los retos que debe enfrentar si realmente desea y quiere combatir  la complejidad del fenómeno de la violencia de pareja, de distintas perspectivas y cumplir con algunas de las recomendaciones emitidas que brinda la OMS como son:

1.- Definir prioridades y apoyar la investigación de las causas, consecuencias, costos y prevención de la violencia.
2.- Reforzar las respuestas a las víctimas de la violencia.
3.- Integrar la prevención de la violencia en las políticas sociales y educativas.

Esto es así que según las estadísticas, el índice de mortalidad de la mujer por causa de la violencia, aumenta cada año sin que las autoridades, organismos gubernamentales y no gubernamentales puedan unir esfuerzos para proteger a este sector poblacional el cual todavía a pesar de contar con nuevas leyes que las protegen, se puede observar en algunos aspectos que continúan siendo marginadas por la sociedad patriarcal en que vivimos, reflejando de esta manera la crisis social, económica, política e histórica en que se ha desarrollado por décadas este ciclo de violencia contra la mujer, esto a pesar de que en la actualidad, la mujer ha dado pasos agigantados en su inserción en la productividad y se está preparando intelectualmente mejor, acudiendo en un número más alto que el de los hombres, a las universidades y centros educativos formales e informales.

Para poder comprender ciertas actitudes actuales, debemos buscar en las leyes y costumbres, que desde el principio de la humanidad marcaron la existencia de unos y otros. En nuestra sociedad está muy aceptado el castigo físico de las niñas, los niños, adolescentes y jóvenes como una manera de educar, disciplinar y corregir. El castigo físico y las humillaciones, como pegar en la mano, jalar el pelo, pellizcar, menospreciar las habilidades y capacidades de una persona, son formas de violencia que dejan huellas profundas y provocan un gran daño emocional. Con éstos métodos violentos aprenden que si alguien les quiere, les va a hacer daño, provocar dolor y angustia, supuestamente en nombre del amor.

No es casual la idea de justifier eso con dichos como "te pego porque te quiero". Justificar y utilizar el castigo físico como manera de educar significa reproducir la violencia y fomentarla como una manera de relacionares. Y si golpear a un vecino es un delito, golpear y humillar a un a niña o niño, también lo es.

En la actualidad, a pesar de que existen reglas y leyes que condenan la violencia, el abuso y maltrato hacia las mujeres, continúan siendo el blanco de agresión y marginalidad preferido por los hombres.

Hoy en día podemos ver que la realidad de todo esto, es que son muchos los aspectos de la vida humana que conspiran en contra de la calidad de vida de las mujeres en relación con el sector de la salud, en donde al considerarse no sólo como la ausencia de enfermedad sino como el estado de completo bienestar biológico, psicológico y social, el hecho es que si existe la violencia como factor actuante sobre los tres aspectos anteriores, es evidente que afecta el estado de salud de las mismas.

Actualmente la violencia ejercida contra las mujeres se ha considerado poco a poco como un problema de salud pública, en donde según los datos disponibles, se ha observado que la forma de violencia más frecuente que sufre la mujer es la ejercida por su pareja en el hogar o en la familia.

Las investigaciones demuestran sistemáticamente que una mujer tiene mayor probabilidad de ser lastimada, violada o asesinada por su compañero actual o anterior que por otra persona, ya sea atreves del abuso emocional o psicológico el cual está vinculado a acciones u omisiones destinadas a degradar o controlar las acciones, comportamientos, creencias y decisiones de la mujer, por medio de la intimidación, manipulación o amenazas ya sean directas o indirectas.

Como también a través del abuso físico el cual es considerado como toda lesión física o corporal que deja huella o marcas visibles y el abuso sexual que es la imposición (generalmente del hombre) para realizar el acto sexual en contra de la voluntad de la mujer.

La violencia contra la mujer pasó del plano privado al dominio público y al ámbito de responsabilidad de los Estados, en gran medida, debido a la labor de base de las organizaciones y movimientos de mujeres en todo el mundo.

Gracias a esa labor se puso al descubierto el hecho de que la violencia contra la mujer no es el resultado de la falta de ética personal u ocasional, sino que está más bien profundamente arraigada en las relaciones estructurales de desigualdad entre el hombre y la mujer.
La interacción entre la defensa de los derechos de la mujer y las iniciativas de las Naciones Unidas ha sido el motor impulsor de la definición de la violencia contra la mujer como cuestión de derechos humanos en el programa internacional.

Se han logrado importantes progresos en la elaboración y aprobación de reglas y normas internacionales. En los instrumentos jurídicos y normativos internacionales y regionales se han esclarecido las obligaciones de los Estados de prevenir, erradicar y castigar la violencia contra la mujer. Sin embargo, en todo el mundo hay Estados que no están cumpliendo los requisitos del marco jurídico y normativo internacional.

Existen muchas formas diferentes de violencia contra la mujer: física, sexual, psicológica y económica. Algunas cobran más importancia, mientras que otras las van perdiendo a medida que las sociedades experimentan cambios demográficos, reestructuración económica y transformaciones sociales y culturales. Por ejemplo, las nuevas tecnologías pueden generar nuevas formas de violencia, como el acoso por internet o por teléfonos móviles. Algunas formas, como la trata internacional y la violencia contra las trabajadoras migratorias, trascienden las fronteras nacionales.

Las mujeres son blanco de la violencia en muy diversos contextos, incluida la familia, la comunidad, la custodia del Estado y el conflicto armado y sus resultados. La violencia es una constante en la vida de las mujeres, desde antes de nacer hasta la vejez y afecta a todos los sectores tanto publico como privado.

La forma más común de violencia experimentada por la mujer en todo el mundo es la violencia ejercida por su pareja en la intimidad, que a veces culmina en su muerte. Muy generalizadas también están las prácticas tradicionales perjudiciales, como el matrimonio precoz y forzado y la mutilación genital femenina. En el seno de la comunidad, se presta cada vez más atención al femicidio (asesinato de mujeres por motivos de sexo), la violencia sexual, el acoso sexual y la trata de mujeres. La violencia ejercida por el Estado, por medio de sus agentes, por omisión o mediante la política pública, abarca la violencia física, sexual y psicológica, y puede constituir tortura. Se ha hecho cada vez más evidente el gran número de casos de violencia contra la mujer en los conflictos armados, en particular la violencia sexual, incluida la violación.

La violencia contra la mujer tiene consecuencias de largo alcance tanto para ella como para sus hijos y la sociedad en su conjunto. La mujer que es objeto de violencia padece muy distintos problemas de salud y dis- minuye su capacidad para obtener ingresos y participar en la vida pública. Sus hijos corren muchos más riesgos de tener problemas de salud, bajo rendimiento escolar y trastornos de la conducta.

La violencia contra la mujer empobrece a las mujeres y a sus familias, comunidades y naciones. Reduce la producción económica, drena recursos de los servicios públicos y los empleadores y disminuye la formación de capital humano. Pese a que hasta en los estudios más exhaustivos realizados hasta la fecha se han subestimado los costos, todos indican que son graves las consecuencias económicas de no abordar el problema de la violencia contra la mujer.

La violencia contra la mujer no se limita a una cultura, región o país en particular, ni a grupos específicos de mujeres dentro de una sociedad. Las diferentes manifestaciones de esa violencia y las experiencias personales de las mujeres dependen, no obstante, de factores como el origen étnico, la clase social, la edad, la orientación sexual, la discapacidad, la nacionalidad y la religión.

No podemos descartar a nuestro país, La violencia en México desde el ámbito familiar es la forma más común de violencia de género experimentada por las mujeres en todo el mundo. Según cálculos de la ONU, una de cada tres mujeres sufre violencia física a manos de su pareja a lo largo de su vida. En México, en un estudio realizado a nivel nacional en 2006, una de cada cuatro mujeres afirmó que había sufrido violencia física o sexual a manos de su pareja.

Son pocos los casos de violencia contra las mujeres que se denuncian, y aún menos los que concluyen con el enjuiciamiento o la condena de los responsables o con la restitución de las víctimas. El caso más documentado de violencia contra las mujeres en México es el asesinato de más de 430 mujeres y niñas a lo largo de los últimos 15 años; otras más de 30 permanecen desaparecidas en Ciudad Juárez y la ciudad de Chihuahua.

Muchas de las mujeres asesinadas fueron víctimas de secuestro y violencia sexual.
Sin embargo, una proporción significativa de ellas también fueron víctimas de violencia en el ámbito familiar.
Un factor común a muchos de estos delitos –entre los que se encuentran asesinatos por motivos sexuales, abusos físicos y psicológicos en la familia durante años y presuntos secuestros– es que las autoridades no adoptaron medidas adecuadas de prevención o castigo.

Por lo general el peso principal de la prueba recae sobre las sobrevivientes de la violencia familiar.
Las víctimas de violencia doméstica a menudo deben entregar ellas mismas la citación judicial (carta citatoria) al agresor, con lo que corren el riesgo de sufrir más violencia. Incluso cuando se ordenan medidas de protección, rara vez llegan a aplicarse.

En este mundo, los procesamientos y las condenas son muy escasos y las mujeres y sus familias siguen corriendo peligro de sufrir nuevos ataques, algunos de ellos de fatales consecuencias.
El gobierno mexicano ha ratificado todos los instrumentos internacionales para que los derechos de las mujeres sean una realidad y para poner fin a la desigualdad y erradicar la violencia de género.

Las reformas legislativas acometidas a nivel estatal y federal a lo largo de los últimos 10 años han comenzado a tener en cuenta estos compromisos internacionales, al igual que lo han hecho el aumento de la formación a los funcionarios y las inversiones para mejorar el acceso a la justicia y la información sobre los derechos de las mujeres.
Sin embargo, los niveles de violencia e impunidad siguen siendo extremadamente elevados y el impacto real de numerosas iniciativas oficiales todavía no es visible.

La trata es una forma de violencia contra la mujer que tiene lugar en múltiples escenarios y por lo común involucra a numerosos actores diferentes, entre ellos, las familias, los intermediarios locales, las redes internacionales delictivas y las autoridades de inmigración.

La trata de seres humanos tiene lugar entre distintos países o dentro de un mismo país. La mayoría de las víctimas de la trata de seres humanos son mujeres y niños, y muchos son objeto de la trata para fines de explotación sexual.

El Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas sobre la Delincuencia Organizada Transnacional, define a la trata en los términos siguientes:

“Por “trata de personas” se entenderá la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación.

Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la pros- titución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos.”

La violencia contra la mujer en situaciones de privación de libertad en celdas policiales, prisiones, instituciones de bienestar social, centros de detención de inmigración y otras instituciones del Estado constituye violen- cia cometida por el Estado. La violencia sexual, en particular la violación, cometida contra las mujeres detenidas se considera una violación particular- mente flagrante de la dignidad intrínseca de los seres humanos y de su derecho a la integridad física, y consiguientemente pueden constituir tortura.

Otras formas de violencia contra las mujeres privadas de libertad que han sido documentadas por diversas fuentes son las siguientes: la vigilancia inadecuada cuando las mujeres se bañan o se desvisten; las revisaciones personales sin ropa llevadas a cabo por hombres o en presencia de hombres, y el acoso sexual verbal. El control que los funcionarios carcelarios ejercen sobre la vida cotidiana de las mujeres también puede configurar violencia cuando se exigen actos sexuales a cambio de privilegios, bienes o artículos de primera necesidad.

 Si bien en países de todo el mundo se denuncian casos de violencia contra la mujer en situaciones de privación de libertad, hay pocos datos cuantitativos para determinar la prevalencia de dicha violencia en los distintos países.

El movimiento en favor de las mujeres en México ha liderado los esfuerzos para incrementar la sensibilización acerca de los elevados índices de violencia de género y de discriminación.

Ha desempeñado un papel fundamental a la hora de llamar la atención del gobierno mexicano sobre el problema y de hacer un seguimiento de la actuación del gobierno en materia de prevención y castigo, en especial en relación con el asesinato de mujeres.

Ello ha dado como resultado que las autoridades se muestran cada vez más aficionados a reconocer que tienen la responsabilidad de emprender acciones contra todas las formas de violencia de género.
En los últimos años, las autoridades mexicanas se han mostrado activas en distintos niveles de gobierno para aumentar la sensibilización de la opinión pública en relación con la violencia contra las mujeres.

También se han producido algunos avances en la aprobación de legislación y la creación de organismos oficiales, en especial para abordar las necesidades de las víctimas de violencia familiar. De hecho, en algunos casos las autoridades han querido explicar patrones de violencia de género casi exclusivamente en términos de violencia doméstica.

En ocasiones ello parece responder a un intento de desviar la atención de la responsabilidad del Estado de prevenir y castigar todas las formas de violencia de género.

Este relato se centra en casos de violencia contra las mujeres en el ámbito familiar para mostrar que, incluso en esta área de atención preferente por parte del gobierno, las víctimas siguen encontrando graves obstáculos para obtener justicia y garantizar su seguridad.
Una de las causas de que no se aborde adecuadamente el problema de la violencia contra las mujeres en el ámbito familiar es la creencia extendida de que este tipo de violencia es un asunto privado que debe resolverse dentro de la familia, sin que medie la acción del Estado.

La violencia contra las mujeres en la familia constituye una violación de los derechos humanos. El Estado tiene la obligación de garantizar el respeto de los derechos humanos de las mujeres, lo cual incluye prevenir y castigar la violencia doméstica.
El hecho de que esta responsabilidad no se reconozca en todos los niveles de gobierno sigue siendo un gran obstáculo para el desarrollo de políticas efectivas para abordar la violencia en el ámbito familiar.

A nivel constitucional la discriminación contra mujeres está prohibida. El artículo 1 de la Constitución establece claramente la prohibición de la discriminación por género y cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.

La igualdad es el principio formal sobre el cual el Estado aspira a garantizar a todo hombre y mujer la seguridad jurídica; y el acceso a la justicia por tribunales imparciales y expeditos (federales o estatales).

A nivel de normas federales, se han tenido otros avances normativos para prevenir y erradicar la discriminación contra las mujeres, como la ley General para prevenir y erradicar la discriminación y su correspondiente Consejo Nacional; las políticas aplicadas por el Instituto Nacional de las mujeres sobre
el tema de violencia de género, en particular violencia familiar, entre otras acciones. Sin embargo los avances normativos para la igualdad en la legislación secundaria y en particular en los códigos penales de las distintas entidades de la república no han sido tan rápidos.

Además, la dificultad de hacer reales las disposiciones sobre igualdad entre mujeres y hombres es evidente en el acceso a la justicia penal para las mujeres, causada por deficiencias estructurales del sistema de justicia, así como criterios discriminatorios por sexo al aplicar la ley.

En la actualidad hay pocas intervenciones cuya eficacia se haya demostrado mediante estudios bien diseñados. Son necesarios más recursos para reforzar la prevención de la violencia de pareja y la violencia sexual, sobre todo la prevención primaria, es decir, para impedir que se produzca el primer episodio.

Respecto a la prevención primaria, hay algunos datos correspondientes a países de ingresos altos que sugieren que los programas escolares de prevención de la violencia en las relaciones de noviazgo son eficaces. No obstante, todavía no se ha evaluado su posible eficacia en entornos con recursos escasos. Otras estrategias de prevención primaria que se han revelado prometedoras pero deberían ser evaluadas más a fondo son por ejemplo las que combinan la microfinanciación con la formación en materia de igualdad de género, las que fomentan la comunicación y las relaciones interpersonales dentro de la comunidad, las que reducen el acceso al alcohol y su uso nocivo, y las que tratan de cambiar las normas culturales en materia de género.

Para propiciar cambios duraderos, es importante que se promulguen leyes y se formulen políticas que protejan a la mujer; que combatan la discriminación de la mujer y fomenten la igualdad de género, y que ayuden a adoptar normas culturales más pacíficas.

Una respuesta adecuada del sector de la salud puede ser de gran ayuda para la prevención de la violencia contra la mujer y la respuesta consiguiente. La sensibilización y la formación de los prestadores de servicios de salud y de otro tipo constituyen por tanto otra estrategia importante. Para abordar de forma integral las consecuencias de la violencia y las necesidades de las víctimas y supervivientes se requiere una respuesta multisectorial.





CONCLUSIÓN

 En la actualidad aunque se reconozca que la violencia hacia las mujeres atenta contra los derechos humanos, este problema social continúa ocurriendo cada día: unos ejerciéndola y otras viviéndola. Por eso personas de ambos sexos necesitamos desentrañar y transformar las creencias, normas y condiciones que generan esta desigualdad y violencia para buscar cómo erradicar este problema que nos impide desarrollarnos como personas con derechos.


Si no tomamos conciencia cada uno de nosotros de la violencia que generamos en nuestra casa, en nuestro trabajo, en la calle o donde sea que convivamos, no podemos contribuir a que cese tanta violencia en este país tan reprimido.

Otro caso penoso es que los adolescentes de nuestro país están actuando de una forma vandálica, esto se debe a la formación, a la falta de amor que hay en sus casas, a la falta de conocimientos que le permitan razonar que ponerse una "capucha" y salir a cometer actos inhumanos no es debido.
Está claro y da lástima, que ya ni en nuestro hogar podemos estar confiados y protegidos de cualquier delincuente.
Que bueno sería que alguien pudiera inventar una "VACUNA" contra la "VIOLENCIA".

Actualmente La Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres y el Instituto Nacional de las Mujeres, trabajarán juntas por primera vez en la elaboración del Programa de violencia en contra de las mujeres.








BIBLIOGRAFIA





·      www.ceiich.unam.mx


·      http://www3.inegi.org.mx/sistemas/temas/default.aspx?s=est&c=21702


·      http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs239/es/


















1 comentario:

  1. Felicidades bebe :3 por ser el primero es el único que he leído jajaj

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