CREACIÓN DE LAS PANDILLAS
AUTOR: JUAN MANUEL CORREA ZAPATA
GRADO: 1 GRUPO : C
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CAMPECHE
RE: ACT12- PSICO-C
CADA SER HUMANO ES DUEÑO Y RESPONSABLE
DE SU DESTINO EL ENTORNO SOLO ES LA AMBIENTACIÓN
AL FINAL TU ERES QUIEN TOMA LA DECISIÓN DE COMO
VIVIR TU VIDA.
DE CENTROAMÉRICA PARA MÉXICO
Y
DE MÉXICO PARA MÉXICO
(PANDILLAS)
Introducción
Las pandillas son un gran problema para la sociedad y el
gobierno actual son un sin fin
de motivos de que
los convierten en tema de preocupación para las
comunidades ciudades y países son un ejemplo negativo de
la globalizacion que nos
arrastra a todos, nacen y crecen por aquí por otra lado
aparecen en las grandes
ciudades lugares llenos de edificios fábricas y
autopistas, empiezan a crearse en las
zonas y barrios más
pobres en algunos casos no importa si es rico o pobre, crecen en
marginación poniendo a la vista el rezago la
discriminación y miseria, en la era de las
Innovaciones tecnológicas, la sociedad el mercado
financiero que les exige cada vez
más y entre comillas el triunfo de la democracia la
actitud que les marca el rechazo
Incomprendido hacia los moldes de la vida impuestos por
la sociedad y y el gobierno
todos los días pone
en duda y muestra el abismo que hay entre la sociedad y las
instituciones con estos grupos muestra el deterioro de la
importancia de la familia y el
poco uso de los valores en el entorno social y familiar
por consecuencia realizan
prácticas ilegales tan diversas desde el robo hasta la
violencia, actos de criminalidad
que cada vez son más visibles se van convirtiendo en la medición de una
estructura
social de los amplios lugares excluidos por eso los
pandilleros son el gran problema de
la sociedad y gobierno actual por su condición global y es
una señal de exclusión, con
la sociedad por su rompimiento con el entorno
institucional y la conexión con el mundo
de la criminalidad.
Una pandilla es un
grupo de personas que mantiene una
relación cercana y estrecha puede tratarse de un conjunto de amigos cuya
relación se basa en el cariño mutuo, pero también puede ser de una banda con miembros que se reúnen para
hacer actividades delictivas en grupo.
En nuestra sociedad, los jóvenes, en su mayoría, tratan
de buscar que identificarse con un estilo de vida con el que sientan que son
tomados en cuenta realmente. Es por esta razón que cada vez más jóvenes buscan
una solución en el pandillaje. actúan un grupo de adolescentes que se enfrentan
a problemas comunes y comparten los mismos intereses En este problema, las
principales causas sociales que provocan el pandillaje son las siguientes: la
familia y la educación, la familia juega un rol muy importante, pues los
integrantes de una pandilla suelen proceder de hogares en crisis o destruidos
totalmente o parcialmente por parte de los padres, donde sus necesidades
materiales o afectivas no son atendidas para un adecuado desarrollo personal
.En , la educación brinda al joven los valores necesarios para contribuir al
buen camino y ,así, no caer en el pandillaje.
Por otro lado, existen también causas económicas que
provocan el pandillaje que son las siguientes: la pobreza y el desempleo. En
primer lugar, la pobreza causa que los jóvenes tengan carencia de bienes es por
esta razón que en las pandillas encuentran dinero fácil por medio de robos,
distribución y venta de drogas. En segundo lugar, el desempleo, complementa la pobreza,
pues al trabajar ilícitamente en las pandillas se gana mucho dinero con la
venta de drogas
Los integrantes de las pandillas, mayormente , son
jóvenes con pocos valores y maltratados provenientes de hogares destruidos, sin
educación, etc. Las pandillas están conformadas, generalmente, para una ayuda
mutua entre miembros, defender su territorio y otras más radicales para hacer
actos delictivos. En nuestra opinión, la educación y la familia, así seas
pobre, son las que mas influyen en la decisión del joven para integrarse a una
pandilla o seguir con una vida normal.
Cada pandilla, a pesar de las características comunes,
mantiene características distintivas que la hacen diferente de las otras, aún
dentro del mismo sector de una ciudad. Dentro
de las características principales
generales se pueden
señalar las siguientes:
En el interior de
su propio territorio (escuela o comunidad)
generalmente se muestran hostiles; sin embargo, fuera de éste, pueden
parecer amigables.
Tienen un código y sentido de justicia propio y cuando
consideran que ha sido violado aplican castigos fuertes, llegando a la
violencia.
Emplean la mentira y pueden manipular a otros a través de
ella de la forma como les convenga. Los más violentos llegan a ser insensibles
al dolor ajeno y no tener metas a largo plazo. No muestran remordimientos y no
controlan sus impulsos.
Para muchas pandillas criminales modernas la violencia es
un medio hacia un fin material y se vinculan al tráfico de drogas y otras
actividades criminales, las cuales se convierten en objetivos primarios para
asociarse en pandillas. Este tipo de pandillas no es intimidado por la
autoridad, por el contrario, en medio de un acto criminal sienten excitación.La
pandilla ofrece posibilidad de encontrar la identidad que en general el joven
no encuentra en su ambiente familiar o
escolar.
La pandilla ofrece posibilidad de encontrar protección,
compañerismo y seguridad. En comunidades donde ya hay pandillas, el hecho de
unirse a una se hace casi una necesidad. La pandilla ofrece un sentido de
familia que a veces no existe en el hogar. Es interesante anotar la paradoja
aparente de tener que soportar maltrato violento y ritos de admisión
peligrosos, lo cual está relacionado con la exigencia de prácticas culturales
características.
Pertenecer a la pandilla también se vuelve fuente de
reconocimiento social, así sea mediante actividades criminales, respecto de las
cuales en muchas ocasiones no hay plena consciencia del peligro implicado. en Colombia,
los datos consultados [por ejemplo Atehortúa (1992) e Instituto para la
Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (1999)] confirman que los
pandilleros se refieren a su grupo como su familia y reconocen un alto grado de
afinidad “familiar», pretendiendo
encontrar el afecto y el amor que por lo general no
Encuentran entre sus hermanos y padres. Los amigos se
convierten en la fortaleza del pandillero y recurren a marcas distintivas que
los identifican; por ejemplo, los tatuajes y el corte de pelo forman parte de
su nueva identidad. Igualmente, los une el vocabulario que en ocasiones sólo
entienden ellos. Tienen sitios específicos de reunión en los que adoptan una
presencia retadora con respecto a la comunidad. En grupo se sienten seguros,
dueños de todo y de todos. En general, los actos delictivos los realizan en compañía.
Desde la niñez intermedia los niños se ven atraídos por
aquellos que son similares a ellos, sobre todo en relación a su comportamiento
agresivo y, posteriormente, al uso de drogas en la adolescencia. Se habla del
proceso de atracción mutua y de la hipótesis de la hemofilia. Por otra parte,
también hay consistencia en la presencia de factores demográficos como vecindad
y rechazo en grupos más conformados, como los compañeros de colegios, lo cual
lleva a buscar amistades fuera de estos grupos. Independientemente de si los
niños antisociales se juntan por elección o por defecto, de acuerdo con el
modelo de descrito por el grupo de Patterson (citado por Angel et al.,
1995), los niños aprenden a escalar el comportamiento aversivo para controlar
los esfuerzos de los padres por establecer límite.
Este patrón
coercitivo surge en algún momento en las relaciones de amistad de estos niños.
Una prueba a esta hipótesis se encuentra en el análisis secuencial de la
estructura de la interacción, la cual es característica de un proceso de
reciprocidad negativa. En esta línea, Dishion, Andrews y Crosby (1995)
encontraron que las amistades de los niños con problemas de comportamiento eran
de menor calidad, de menor duración y calificadas como poco satisfactorias, no
encontrándose diferencias en déficit de conductas positivas, pero sí en
reciprocidad negativa y negociación.
De acuerdo con Lahey, Gordon, Loeber, Stouthamer-Loeber y
Farrington (1999), existen dos modelos para explicar la vinculación a las
pandillas. Por un lado, están las teorías de la selección, cuya hipótesis es
que algunos niños se vinculan a pandillas porque ya están comprometidos en
conducta antisocial; por otra parte, las teorías de la socialización proponen
que los niños son socializados en conducta antisocial durante o después de su
vinculación a pandillas; por ejemplo, las razones de vinculación son búsqueda
de autoestima, de poder, de protección, pero en el interior de la pandilla son
estimulados a participar en actividades antisociales. No obstante, lo
importante es en- tender que los dos modelos no son completamente
incompatibles. El estudio longitudinal de Pittsburg, reseñado por estos autores, intentó replicar análisis
anteriores sobre el valor predictivo de la conducta antisocial previa y
variables familiares y de vecindario. El estudio mostró que el 24% de los niños
pertenecía a una pandilla y el 16% de ellos se vinculó a una más fuerte en la
adolescencia tardía. No se confirmó la relación de pertenencia a pandilla con
bajos ingresos económicos en la familia, ni con hogares mono-parentales o con
pobre supervisión. La función de esta última se relaciona con la edad, más
importante en la adolescencia temprana que en la tardía. Tampoco se con- firmó
la asociación con niveles de criminalidad en el vecindario, pero sí los
crímenes contra personas. La asociación entre trastornos de conducta iniciales
y probabilidad de
vincularse a pandilla se debilita a medida que se
incrementa la edad. Esta asociación también cambia dependiendo de la variación
en los problemas de comportamiento. Por ejemplo, si el problema de conducta
inicial disminuía y no se informaba de ataques a personas, había menos
probabilidad de vinculación a pandillas. Sin embargo, no se descartaría la
posibilidad de que el hecho de pertenecer a una pandilla lleve a empeorar la
conducta antisocial preexistente.
Esta relación entre las variables escolares y el
comportamiento social en la niñez y la juventud, incluyendo la vinculación a
pandillas, ha sido tema de interés para muchos estudiosos del comportamiento
humano. Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de datos que señalan que la
escuela no está ejerciendo una función efectiva de protección contra los
problemas de la violencia familiar y social, y por tanto tampoco está cumpliendo
una función de socialización en el sentido integral de la palabra, no se
observan acciones estatales que den respuesta a dichos datos (Angel et al.,
1995; Ballesteros de Valderrama y Cortés, 2000). El Instituto para la
Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (1999) recoge datos y
análisis consistentes con la mayoría de la información de la literatura
especializada sobre las formas de manifestación la violencia, las cuales van
desde el simple desconocimiento por el otro cuando no se responde a su
pregunta, cuando no se reconoce su cuerpo en el espacio, cuando su nombre nunca
es pronunciado, hasta el
golpe de autoridad
o el disparo
que elimina el
contrario. En general, en el
contexto escolar colombiano (así como en el de otros países) ha primado y
continúa primando la ley del más fuerte, no solamente en cuanto a la fortaleza
física sino también en cuanto a las habilidades para ser abusado; por eso, en pocos
casos el juicioso o es el admirado por el contrario.
Dentro de las instituciones escolares, el fenómeno de las
pandillas ha contribuido a deteriorar aún más las relaciones
profesores-alumnos. Como se verá posteriormente, si antes eran solamente los
alumnos quienes entraban en un ciclo de coerción, ahora también son los
profesores quienes han llegado a temer por su seguridad y por su propia vida
debido a las amenazas y a las acciones de sus alumnos pandilleros. En la Secretaría
de Educación del Distrito Capital, por ejemplo, se reciben a diario solicitudes
de traslado de docentes que ya no pueden trabajar en una institución porque la
inseguridad no sólo alrededor
de la escuela
sino dentro de
ella misma no
garantiza el trabajo. Profesores y alumnos llegan a
percibirse mutuamente como verdaderos enemigos y hay estadísticas oficiales
que señalan ya
un número de
víctimas importante dentro
del gremio del magisterio. El estudio iniciado por la Secretaría de
Educación para abordar el problema de las pandillas y el papel de la escuela
frente a esta realidad, llevó a reconocer que la labor no es fácil. De acuerdo
con este estudio, casi todos los miembros de pandillas viven con su familia,
padres, madres, padrastros o madrastras y hermanos. A pesar de que las
relaciones con ellos en ocasiones no son buenas, dicen querer a la familia aun
quejándose de las actitudes de algunos de los padres. Estos jóvenes tienen una
imagen negativa de la escuela; sin embargo, todos quieren estudiar. Desean un
colegio sin tantos castigos y que los profesores los dejen ser libres, pues en
general sienten que éstos siempre deciden por sus vidas. La razón por la cual
algunos pandilleros.
Datos demográficos
En Colombia, Atehortúa (1992) se refiere a actos
violentos entre jóvenes desde el siglo XIX hasta nuestros días y presenta datos
específicos de Cali, en donde hasta 1991 se habían identificado 118 pandillas
juveniles, con 1286 miembros cuyas edades pro- medio estaban entre 16 y 17
años. De acuerdo con este autor, la mayoría tiene igual número de mujeres que
de hombres, aunque también existen las exclusivamente masculinas y femeninas.
La tasa de mortalidad más alta de Cali se presenta en las zonas de mayor número
de pandillas. Un estudio de la Policía Nacional sobre delincuencia juvenil
entre 1990 y 1999 muestra que Bogotá, Medellín y Cali tienen el mayor índice de
criminalidad. El 95% de los actos criminales son cometidos por jóvenes mayores
de13 años y el 5% restante (4673) por menores de 12 años. Las estadísticas de
Bogotá provenientes de un estudio de 1997 (Fundación Gamma Idear, 2000) muestra
que la zona de Usaquén, a la cual pertenece el grupo de barrios objeto del
presente análisis, tiene entre el 26% y el 50% de los habitantes con
necesidades básicas insatisfechas y los mismos porcentajes muestran índices de
pobreza. En cuanto al porcentaje de muertes por lesiones, sin discriminar si
son accidentales o intencionales, entre el 10% y el
15% corresponden a menores de 5 a 14 años de edad, y
entre el 15% y el 20% corresponden a personas de 15 a 44 años. En los barrios
de Buena Vista, la zona a la que pertenece la pandilla objeto del presente
análisis, se han identificado tres pandillas de aproximadamente 25 jóvenes
entre 16 y 28 años.
Desde las propuestas de Kantor y Skinner respecto de la
Psicología como ciencia natural del comportamiento, el análisis funcional se plantea
como la metodología apropiada para dar explicaciones del comportamiento humano
(Ballesteros de Valderrama y Rey, 2001). Para el análisis del comportamiento,
los problemas individuales y sociales están representados en el comportamiento
de la gente y los arreglos ambientales que experimentan. Esta perspectiva ha
permitido hacer contribuciones importantes al trabajo en todos los campos
propios de la Psicología, incluyendo las comunidades, a través del diseño
experimental y los métodos analíticos (Balcázar, Suárez-Balcázar y Keys,
1998; Fawcett, 1991). Hay que recordar que el término
función en el análisis del comportamiento ha de entenderse en sus dos
significados principales: (a) el comporta- miento como proceso de interacción
organismo-ambiente (natural y social) cumple funciones para el organismo que se
comporta; a ello se refería Skinner cuando afirmó que su propuesta no implicaba
negar ni desconocer la dimensión propositiva del comportamiento (Skinner, 1974,
1991); y (b) el comportamiento está en función de diversas variables que
mantienen cierto tipo de relaciones entre ellas (relaciones funcionales).
En el campo social, desde cuando Skinner se refirió a la
selección de prácticas Culturales por contingencias de refuerzo social, otros autores
han contribuido al desarrollo del estudio del comportamiento social desde esta
perspectiva. En esta línea, de acuerdo
con Glenn (1988),
dentro de las
comunidades las prácticas
se seleccionan porque tienen
valor de supervivencia para todo el grupo. Esta autora describió las
metacontingencias como aquellas contingencias a nivel social que contribuyen a
explicar el mantenimiento de prácticas dentro del grupo. Las prácticas
culturales se explican por un conjunto de contingencias de refuerzo intercambiadas,
en las cuales el comportamiento individual y sus productos funcionan como
eventos ambientales con los cuales interactúan los otros.
De esta manera,
las prácticas culturales no seleccionan comporta- miento propiamente dicho,
sino contingencias entrelazadas, las cuales sobreviven en la conducta del
grupo. La metacontingencia es la unidad de análisis para una práctica cultural
con todas sus variaciones y resultados. Por su parte, Mattaini (1996) y
Mattaini, Twyman, Chin y Nam (1996) han aplicado el análisis funcional para
entender el mantenimiento del comportamiento agresivo y violento de personas y
grupos. El presente análisis aplica la sugerencia de este autor para presentar
de forma gráfica el análisis funcional de algunas prácticas propias de la pandilla.
Teniendo en cuenta lo anterior, el objetivo general del análisis funcional de
este caso particular de pandilla juvenil es comprender este problema en el
contexto de la comunidad particular y explicar algunas de las prácticas
características en función de las variables implicadas en términos de
relaciones funcionales. En primer lugar, se presentarán los datos
correspondientes al sector donde se encuentra
la pandilla; en segundo lugar, los datos sobre uno de los colegios del
lugar, en donde se encuentran alumnos vinculados o cercanos a la pandilla; y,
en tercer lugar, las características de las familias y los datos de la pandilla
misma.
Como la mayoría de los sectores de la periferia de la
ciudad de Bogotá, el sector del Nororiente está conformado por un grupo de
barrios que se formaron como invasión y han mostrado un crecimiento acelerado.
Las primeras familias del sector provenían de Boyacá y Cundinamarca, con
características particulares de familias monoparentales, de estratos
socioeconómicos bajos. Esta colonización fue creciendo indiscriminadamente
hasta organizarse en grupos o barrios y se fue adquiriendo un sentido de
pertenencia sobre un territorio determinado, el cual era defendido con
agresiones físicas y verbales, conductas que continúan y que han sido
transmitidas de padres a hijos. En la actualidad el sector se encuentra
dividido territorialmente entre tres pandillas. En la Figura 1 se presentan las
características principales relacionadas con el análisis funcional del caso,
por su función como contextos de predisposición para nuevos integrantes o
grupos, así como de mantenimiento de la pandilla existente.
En términos de
metacontingencias, las que se observan en la comunidad podrían analizarse en
función de la ciudad, ésta del país y así sucesivamente, a niveles macro.El
colegio analizado cuenta con 240 alumnos de sexto grado, con edades comprendidas
entre 11 y 15 años, divididos en seis grupos de cuarenta estudiantes de ambos
sexos, distribuidos por rango de edad. Las principales quejas en el área
académica y
disciplinaria son déficit atencional, hiperactividad,
absentismo escolar, bajo rendimiento en todas o algunas materias específicas,
agresión verbal y física entre compañeros, inadecuado control de la autoridad,
falta de compromiso y cumplimiento a nivel académico y personal, copiar en las
evaluaciones, no llevar materiales para trabajar en clase, amenazas hacia
profesores y alumnos, y uso de armas blancas por parte de los estudiantes En
general, los estudiantes muestran pocos intereses académicos. Expresan que las
clases son aburridas y que los profesores son desorganizados, que no les imparten
las clases, abusan de su autoridad, no los tratan bien, no los comprenden y que
no se preocupan por su bienestar ni por sus conflictos. Algunos alumnos y
alumnas expresan que se sienten bien en el colegio y desean aprender, además
dicen que prefieren ir al colegio que quedarse en la casa escuchando los
conflictos que se presentan. Las condiciones de las relaciones profesor-alumno
en los grupos de mayor edad han llegado a que los profesores no desean impartir
las clases debido al comportamiento de los estudiantes y a su
incapacidad para poder controlar estos grupos. Algunas estrategias que
utilizan los profesores
para tratar de
obtener el control
de su clase
son expulsar a los estudiantes del aula, trabajar sólo con los alumnos
que desean prestar atención, ignorar la indisciplina y continuar impartiendo la
clase, buscar compromisos de los estudiantes con la presencia de los padres, y
gritos para lograr la atención de los estudiantes. La mayoría de estrategias
empleadas por la institución pueden clasificarse como coercitivas, a las cuales
el estudiante responde de la misma forma.
En términos del análisis funcional, dentro de la institución
se encuentran procesos de reciprocidad negativa que facilitan la vinculación a
pandillas. Las características principales descritas en la Figura 1 son las
mencionadas por los jóvenes pandilleros como factores que predisponen a
rechazar la institución y a preferir situaciones alter- nativas, coincidiendo
con las observaciones directas en el colegio. Igualmente, las prácticas
institucionales entran en contingencias de refuerzo negativo que mantienen comportamientos
de evitación y escape de los alumnos (por ejemplo, amedrentar a profe- sores),
perpetuando ciclos de coerción.
Para propósitos del análisis funcional, en la Figura 1 se
resumen las principales características familiares relacionadas con el problema
de pertenencia a pandillas. Los jóvenes informan de maltrato físico y verbal
por parte de sus padres, lo cual cumple la función de lograr el control del
comportamiento de sus hijos, pero a la vez modela formas coercitivas de
interacción y genera procesos de reciprocidad negativa, lo cual lleva a los
jóvenes a pensar en irse de la casa para no seguir siendo víctimas y poder
vivir con tranquilidad. Una característica importante es la proporción de
padres u otros familiares cercanos que son o fueron pandilleros, o que informan
de problemas como alcoholismo, desempleo, irresponsabilidad, drogadicción,
delincuencia, pocas habilidades de comunicación, agresión verbal y física, y menosprecio hacia los hijos. Los problemas
económicos sirven como factor de restricción que predispone a la búsqueda de
dinero u objetos deseados por medios ilegales.
Esto se relaciona
con los modelos existentes y contingencias de refuerzo por parte de la madre,
quien en ocasiones aprueba y acepta las aportaciones del hijo, sin preocuparse
de dónde provienen.
La pandilla analizada continuamente se enfrenta con las
otras pandillas del sector con riñas nocturnas,
con el objetivo de defender su territorio o de responder a una agresión.
Dentro de las conductas más comunes se encuentra el hurto, la agresión física y
verbal, incluso el homicidio. Los comportamientos de la pandilla han impactado
severamente en la comunidad del sector; sin embargo, funcionalmente la
comunidad mantiene contingencias de
refuerzo para la
pandilla, porque ante
la ausencia de la
autoridad la pandilla llega a verse como protectora del barrio. En las Figuras
2, 3 y 4 se representa el análisis funcional correspondiente a tres conductas
específicas de la pandilla, consideradas como representativas: pelea, robo y
pelea de perros. Como se observa, se resumen las relaciones entre los eventos
ambientales y conductuales, teniendo en cuenta que no se trata de eventos
conductuales aislados, sino elementos integrantes del conjunto de prácticas
propias del grupo, mantenidas por contingencias de refuerzo, a veces negativo,
a veces positivo; cada una de las conductas está en función de un determinado
grupo de relaciones.
.
LAS MARAS EN MEXICO
Si el barrio es lo
propio del norte y la banda del centro, la mara es lo característico del sur.
Según se anotó el primero se arma sobre la referencia territorial mientras la
segunda en torno a sus ejecutorias; la mara, por su lado, se construye sobre
las formas de funcionamiento de las agrupaciones centroamericanas, sus
alineaciones y comportamientos se rigen siguiendo la impronta de la lucha entre
la Salvatrucha (la 13) y la 18. Las pandillas existían de tiempo atrás en
Tapachula, se cuentan historias de grupos legendarios como el de la colonia
Obrera y de otros sitiando varios puntos de la ciudad. Tales grupos mantenían
su autonomía respecto a las modalidades en marcha en los otros países de la
frontera, al parecer funcionaban como lo haría cualquier grupo en México. Desde
finales de los años 90 el panorama empieza a modificarse, tal independencia comienza
a desleírse ante el influjo de las poderosas maras en crecimiento en la vecindad.
En un principio se trata de una presencia esporádica, apenas suenan noticias de
sus acciones en uno y otro lado; mas a partir del año 2003 los mareros, empujados
por la implementación de las políticas represivas en El Salvador, Honduras y
Guatemala, se convierten en la figura dominante del escenario pandillero de la
ciudad.
En la primera fase lo hacen de manera directa, ellos
mismos se toman la ciudad. La represión implacable en Centroamérica traslada a
Tapachula y otros municipios cercanos una buena cantidad de componentes de las
dos maras. Lo menciona un líder comprometido en la expansión, <aquí en
Tapachula llegaron a ser 1500. Pero era en Tecún Umán, Ciudad Hidalgo, Mazatán,
Metapa, Buenos Aires, Huixtla, Tuxtla Chico, Cacahoatán. En todo eso mi gente
se dedicó a regar la pandilla. Pongámosle a nivel Chiapas ya que por último mi
gente llegó a Tuxtla Gutiérrez. Así se fue regando mi célula>63. De las 394 personas
todavía detenidas en el estado de Chiapas hacia mediados del 2005 el 33% son
centroamericanos.
Tapachula posee un atractivo especial, el 49% de los mexicanos
detenidos en Villa Crisol proviene de ella 64 En últimas es la ciudad grande de
la frontera, capital de la región del Soconusco, amén de ser punto de arranque
de la línea férrea que penetra el territorio mexicano hacia el norte, camino a
la ciudad de Veracruz. El migrante que la alcanza –el puerto en la parte baja
del golfo de México-, ha recorrido la mitad de la ruta que tendrá que seguir a
lo largo del estado de Tamaulipas hasta Matamoros, la puerta fronteriza del
occidente a los Estados Unidos. Sobre el tren y sus tránsitos la mara
Salvatrucha instaló un reinado.
Controlaba los flujos de inmigrantes, cobraba el
“derecho” de paso de la frontera y el uso del tren apoyado en un régimen armado
sobre la administración calculada de la violencia. El nombre que terminó por
recibir el “servicio” ferroviario, el tren de la muerte, revela con claridad el
entresijo que porta la fusión de migración y administración marera. La caída de
los migrantes del tren en pleno Movimiento, descolgados una vez los vence el
sueño en viajes de días enteros, dejó de ser un accidente esporádico para
convertirse en un acontecimiento repetido a diario. Los albergues para las
personas que aparecían mutiladas por el tren en las cercanías de Tapachula se
volvieron necesidad urgente, lanzar la gente se convirtió en un procedimiento
eficaz para mantener el dominio –demandadas también por la crueldad de la
policía y los hospitales, argumentados en la condición de migrantes de los
heridos-. El tren pasaba con la gente colgando como racimos, los unos en la condición
de migrantes con el sueño de llegar al norte y los otros en su lugar de mareros
posesionados del control del negocio Entretanto la mara 18 armó sus cuarteles
en otro punto de la ciudad, se posesionó del centro y sus alrededores. Durante
algún tiempo se hizo común la presencia de los mareros en una calle cualquiera
de la ciudad, eso sí siguiendo la distribución geográfica impuesta por la
confrontación: la 13 al sur, fiel a su definición de sureña, desde las
proximidades de la línea férrea hacia abajo65; la 18 al otro lado, al norte, en
trance de imponerse sobre el centro, sus parques y negocios. Las bandas se multiplicaron,
algunas integradas en su totalidad por centroamericanos, otras por mexicanos y
algunas más por la mezcla de unos y otros –quizás la más corriente en ese
entonces, ante la persecución en sus países las maras emprendieron el proyecto de
crecimiento transnacional comenzando por supuesto por la nación contigua-.
El proyecto marero llegó a México, en Tapachula echó raíz
como en ningún otro lado. No obstante dos hechos se interpusieron en el camino
dando al traste con la expansión, hechos que precipitaron el advenimiento de la
segunda fase de la presencia marera en la ciudad. El primero nació de la
dinámica del enfrentamiento. El 20 de noviembre de 2004, en pleno desfile de larga
tradición en la región, se produjo un acto de agresión brutal entre miembros de
la 13 y la 18. La sociedad tapachulteca quedó atónita y terminó de cobrar conciencia
de un hecho que ya la había desbordado. A los pocos días la copa se desbordó.
Un efusivo locutor de radio cometió la imprudencia de advertir, micrófono en
mano, de la inminente invasión que practicarían las maras sobre las escuelas locales.
El pánico se regó, los padres de familia salieron con precipitud a sacar a sus hijos
de los centros escolares provocando un verdadero caos en la ciudad. Las dos provocaciones
ponían sobre el tapete el hecho contundente, el fenómeno marero se había regado
por Tapachula y estaba extendido en varios municipios de la región. El estado
tomó cartas inmediatas en el asunto, tanto el estatal como el federal. Lanzó
los planes Acero y Costa, operativos policiales destinados a perseguir mareros
con el ánimo de poner coto a sus acciones en el sur de México66. Las cifras de
muchachos encarcelados crecieron de forma geométrica, tanto centroamericanos como
mexicanos: entre el 2003 y el 2004 se aprehendieron 1057 maras en 21 estados de
la república, mientras en Chiapas, del 2002 a mediados del 2005, se detuvieron 93567.
Como es propio del estado mexicano frente a circunstancias de conflicto explosivo
no se paró en mientes para llevar a término su tarea. Se multiplicaron las historias
de represión brutal, muchas de ellas pasando por allanar a la fuerza las casas
de los sindicados. Al día de hoy comienzan a salir los apresados de ese entonces
después de purgar penas de un año y más de confinamiento, el pánico los enmudece,
no quieren hablar nada al respecto68Como consecuencia el fenómeno se retrajo de
manera considerable, la fuerza policial barrió las maras del centro y de muchas
colonias donde empezaban a abundar. Sin embargo falta otro acontecimiento que terminaría
de asestar el golpe final, en octubre del año 2005 la región fue azotada por la
furia devastadora del huracán Stan. A Tapachula la destruyó en uno de sus
flancos. El río Comitán, cuyo cauce corre paralelo a la ciudad por el costado
oriente, creció hasta acumular la fuerza capaz de demoler puentes y arrasar las
colonias tendidas a lado y lado de sus riveras. En la occidental, justo, se
encontraba la zona de elevado conflicto incluyendo un centro de afianzamiento
marero. La furia del río la eliminó de tajo, matando de paso a cientos de
personas. No es todo, el huracán arruinó también el puente que conectaba la
línea férrea sobre el río impidiendo su funcionamiento, todo lo cual forzó el
traslado de los desplazamientos a la línea que saliendo de Arriaga se dirige
hacia el occidente en dirección al estado de Oaxaca.
Fue el caso de
algunos recién salidos. No necesitan palabra, fueron las mamás quienes narraron
los atropellos y excesos policiales en el momento de la captura. La represión estatal y la furia de la
naturaleza se unieron para destruir el avance marero en la principal urbe
fronteriza del sur. El fenómeno detuvo su impetuosa expansión. Sus promotores,
tanto centroamericanos como mexicanos, desaparecieron bien porque fueron
detenidos y metidos en la penitenciaría, bien porque el río truncó sus vidas.
La impronta de la primera fase –la llegada directa de centroamericanos-, con
todo, se deja sentir con toda su fuerza todavía. De las 13 agrupaciones
identificadas 12 corresponden a maras distribuidas según el patrón establecido
desde el comienzo: la 13 al sur y la 18 al norte, amojonadas por la línea férrea.
La disposición geográfica no es lo único que permanece. Muchas de las prácticas
propias del universo marero se conservan. Primero, la más definitiva, subsiste
el referente del enfrentamiento entre las maras. La rivalidad se mantiene, el encono
se alimenta. Los días 13 y 18 de cada mes, como se estila en Centroamérica y
Los Angeles, cada mara hace correrías especiales sobre el territorio enemigo. Además
se mantienen los códigos de funcionamiento, las bandas hacen reuniones en donde
se toman decisiones colectivas sobre un número variado de asuntos, desde los
ataques al adversario hasta los destinos de los fondos colectados mediante los aportes
económicos de cada miembro.
Sin embargo las maras tapachultecas se desenvuelven en el
señalado contexto de la singularidad mexicana, vale decir, la intensidad de su
tiempo paralelo es siempre menor a la de las agrupaciones centroamericanas. Aún
en la primera fase, cuando la experiencia alcanzó su éxtasis bajo el estímulo
de la llegada de mareros salvadoreños, hondureños y guatemaltecos, los grupos
mexicanos resultaban notorios por su menor capacidad de violencia. Las experiencias fuertes, como la
del control sobre el tren, no era dirigida por mareros mexicanos. Las maras se
han visto envueltas en un proyecto de expansión transnacional. Primero se
extendieron desde Los Angeles a El Salvador y después hasta Honduras y
Guatemala; luego, una vez los golpeó la persecución estatal en sus países, han intentado
reproducirse en México y en algunas ciudades de los Estados Unidos. Durante
algún tiempo, algo así como un año largo, todo indicaba que comenzaban a tener
éxito. La cultura marera se reproducía en sus parámetros esenciales, los modos
de ser 13 y 18 eran adoptados por muchachos al otro lado de la frontera. Desde
ese entonces –y según se comenta aún hoy día-, en el empeño de la expansión se
escogieron líderes capaces de llevar a cabo el cometido, miembros destacados
dotados con el carisma y la fuerza requeridos para trasladarse a otro país y
convocar a los chavos en torno a los signos mareros. <Yo ya andaba en
vísperas de mi muerte, ya andaba con mi cruz. Entonces me dijeron allá en
México nadie te conoce y si la haces bien vas a poder levantar el barrio>,
comenta uno de Honduras. Sin embargo, acto seguido y de manera desprevenida, la
inteligencia marera señala la diferencia de la situación en México: <Si no
lo piensas bien ten cuidado porque allá no toleran nada>
Tapachula recibió más de uno. Sin embargo el proyecto se
ve a cada paso, no sólo por los poderosos factores recién expuestos –el estado
y el 69Gatillero, Tapachula, p. 29. Huracán sino porque la naturaleza de la vida
marera no cabe, en toda su extensión, dentro del mundo cultural mexicano. Lo
dice una marera hondureña: <Estos muchachos de aquí me dan risa porque en
Honduras jamás vas a ver uno haciendo señas. Allá no se juega, si te van a
matar te matan. Aquí nunca han visto una matanza>. Y luego agrega sobre la
violencia: <Aquí miran a los Vatos locos y no los matan, ven a un MS y sólo
lo golpean…Se los puede ver aquí en Tapachula muertos de la risa. Pero cuando
los vean de otros países los van a poner en su lugar, si no hacen las cosas
como dicen los van a matar
.Presos de las bisagras del tejido social mexicano en
Tapachula todavía permanecen los mencionados grupos, haciendo sí de la cultura
de las maras su referente constitutivo. Eso las diferencia de los
<barrios> norteños y de las <bandas> del centro. Como las primeras
mantienen una localización territorial pero se acercan a las morelianas en su
ensimismamiento, esta vez inscritos en los códigos de la simbología marera. En
todos lados, al norte y al sur, las maras se han transformado. La persecución
las ha cambiado, son menos visibles, su trasgresión ha disminuido en evidencia
y las preocupa la supervivencia. En palabras del mencionado cabecilla, metieron
a muchos presos pero que le hayan puesto un alto a las pandillas no es cierto.
Ahora son grupitos con mayor inteligencia, son jóvenes que han sido preparados
por. Jóvenes de otros países. Ya no se van a parar en una esquina, ahora se
cuidan más las espaldas. Son grupitos que ya piensan diferente.
Las maras se
ocultan, tienen sitios Gatillero,
Tapachula, p. 31. cerrados de reunión, quedaron prohibidos los tatuajes. En
Tapachula se aprendió la lección de la represión, son más discretas. Con todo,
de nuevo, jamás se trata de un remedo exacto de la práctica centroamericana,
sus bandas no alcanzan, ni de lejos, la intensidad de la violencia
centroamericana. No dejan de ser mexicanas y ya aparecen fuerzas empeñadas en
hacer valer la autonomía. El grupo de los Nazis, otra pandilla Tapachulteca,
está comprometida en la tarea de vivir la experiencia pandillera lejos de los
modos extranjeros, adoptando símbolos y modos relacionados con la
particularidad de su país. La tan mencionada invasión marera sobre México nunca
llegó a los grados que la prensa le adjudicó. Ingresaron al sur, en específico al
estado de Chiapas, en donde llegaron a instalar sus fortines en varios lados.
Lo dijo el líder hondureño trabajando en el asunto, <pongámosle a nivel
Chiapas ya que por último mi gente llegó a Tuxtla Gutiérrez>, afirma luego
de mencionar varios municipios. Pero no es cierta la especie tal de las maras
posesionadas en 21 estados de la república, así como se afirmó, como tampoco la
aseveración de 500 mareros ingresando diariamente de manera ilegal al
territorio mexicano. Tuvieron presencia en Chiapas y allí permanecen hoy día
recluidos72 En ninguno de los otros tres estados de nuestro estudio llegaron a
afianzar algo parecido a lo obtenido en el sur, ni en Baja California ni en
Michoacán y menos en el Distrito Federal.
72 Hay pandillas juveniles en 24 municipios de Chiapas,
en especial en Tapachula, Tuxtla Gutiérrez, Suchiate, Hidalgo y Metapa.
Secretaría de Seguridad Pública (2005). En Tijuana apenas si aparecen pese a la
masa de deportados que le cae a la ciudad. En los centros de reclusión
temporales, hacia comienzos del 2006, sólo se hablaba de un caso. En Morelia se
cuenta la historia de unos mareros aparecidos en un punto cercano a la ciudad,
inmediatamente neutralizados por la policía. En el Distrito Federal se habla lo
mismo sin que termine de verificarse su presencia. En los tres casos, es lo
importante, pueden circular mareros empeñados en diversas actividades, pero en
ninguna de las circunstancias se trata de las maras como una organización
colectiva estable capaz de modificar el escenario de poder en lo local. El
problema de México no son las maras; es la existencia de pandillas juveniles propias,
dotadas de singularidad, que en el sur adoptan las imágenes y los símbolos propios
del universo marero. Incluso no es el único caso. En Tijuana circulan muchos de
sus símbolos, como los nombres y los distintivos de Locos. La proximidad con
Los Ángeles lo impone. Igual en Morelia, los deportados llevaron muchas de sus
formas, como los nombre de 13 y 18 todavía visibles en algunas calles de las
colonias. Mas en los dos casos se trata de adopciones de figuras de las agrupaciones
juveniles urbanas más potentes del planeta, pero en ningún caso la mimesis
precisa con su estilo. Como lo dice alguno en Tijuana cuando se le pregunta por
la presencia de los mareros, “nosotros no permitimos que nadie venga a tomar lo
nuestro. México es México”.
Conclusión
El análisis funcional aplicado a este caso permite una
comprensión molar del comportamiento grupal. La forma de organizar los datos
sobre las diversas variables o factores en cualquiera de los términos de las
relaciones de contingencia permite vislumbrar de una forma clara el tipo de
funciones que desempeñan estas variables o factores. Gran parte de los datos
son consistentes con la información en la literatura especializada sobre las
pandillas juveniles, pero la metodología aplicada permite esclarecer las
relaciones funcionales entre las variables, identificando las que tienen que
ver con el mantenimiento de la existencia de las pandillas, en general, y con
el mantenimiento de las prácticas dentro de un grupo específico. El análisis funcional
permite además orientar la intervención en los sistemas de la comunidad que se
identificaron como factores que deberán modificarse para lograr solucionar el
problema. No se trata de eliminar las pandillas como agrupaciones juveniles, se
trata de que los jóvenes tengan oportunidad de reemplazar sus conductas
delictivas por conductas alternativas que sean equivalentes funcionalmente.
Basándonos en el análisis realizado es clara la existencia de objetivos de trabajo con la pandilla,
la comunidad, la familia
y la institución escolar.
Desde luego, se parte también de la necesidad de considerar la
influencia en los estamentos de poder a nivel macro, como sería la alcaldía del
distrito, con sus dependencias, especialmente, Secretarías de gobierno y de
educación. El gobierno central y de distrito empieza a reconocer la importancia
de solucionar los problemas en las zonas más pobres de la ciudad. El objetivo
general con la comunidad tendría que estar dirigido a lograr un compromiso y un
trabajo consistente encaminado a solucionar los problemas identificados,
incluyendo la integración de los jóvenes de la pandilla como miembros activos
de la comunidad. Para ello, han de identificarse objetivos comunes alrededor de
los grupos de pandillas, incluyendo las conductas comunitarias que refuerzan y
mantienen las conductas de los pandilleros.
En cuanto a la institución escolar, la Ley Nacional de
Educación habla sobre la conformación de la comunidad educativa, pero ésta no
existe en el sentido estricto de la palabra. Por consiguiente, el objetivo
general sería integrar a los profesores en un trabajo de prevención de la
formación de pandillas delincuentes en la comunidad y conformar una comunidad
académica que cumpla las funciones de apoyo a la sociedad y a la familia. Por
razones que no cabe analizar en este artículo, el sistema educativo ha
desconocido las recomendaciones provenientes del análisis del comportamiento en
el campo de la educación, desaprovechando así elementos importantes para crear
condiciones favorables a la formación de ciudadanos en el sentido pleno de la
palabra. Respecto de la intervención en el sistema familiar, el análisis
realizado lleva a concluir la necesidad de restablecer la función de apoyo y de
protección del grupo familiar.
Finalmente, es importante señalar que a partir de este
análisis funcional se identifican objetivos específicos del trabajo directo con
los miembros de la pandilla. Las condiciones de motivación indican que es
necesario ofrecer alternativas que tengan el mismo valor de refuerzo a través
de opciones proactivas, pero de forma directa con el grupo, aprovechando sus
características de cohesión y liderazgo. El tratamiento como delincuentes no ha
permitido un acercamiento positivo directo, sino por el contrario,
Favorece mantener el círculo de coerción en estos grupos
sociales. Además, es necesario
comprender que el funcionamiento social puede mejorarse si aceptamos
experimentar nuevos diseños culturales que se planeen en beneficio de todo el
grupo social. La comunidad tendrá que cambiar prejuicios y temores hacia los
retos que implica asumir su propia responsabilidad en el diseño de su futuro.
De igual forma, las intervenciones directas con jóvenes han de tener en cuenta
las recomendaciones de expertos y las
experiencias de quienes, aunque no han abordado directamente pandillas delincuentes,
están realizando proyectos con jóvenes en nuestro medio.
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