sábado, 16 de noviembre de 2013

CREACION DE LAS PANDILLAS




CREACIÓN DE LAS PANDILLAS
AUTOR: JUAN MANUEL CORREA ZAPATA
GRADO: 1 GRUPO :  C
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CAMPECHE
RE: ACT12- PSICO-C


CADA SER HUMANO ES DUEÑO Y RESPONSABLE
DE SU DESTINO EL ENTORNO SOLO ES LA AMBIENTACIÓN
AL FINAL TU ERES QUIEN TOMA LA DECISIÓN DE COMO
VIVIR TU VIDA.


DE CENTROAMÉRICA PARA MÉXICO
Y
DE MÉXICO PARA MÉXICO

(PANDILLAS)













Introducción
Las pandillas son un gran problema para la sociedad y el gobierno actual  son un  sin fin
de motivos de  que los convierten en tema de preocupación para las
comunidades ciudades y países son un ejemplo negativo de la globalizacion que nos
arrastra a todos, nacen y crecen por aquí por otra lado aparecen en las grandes
ciudades lugares llenos de edificios fábricas y autopistas, empiezan a crearse en las
zonas y barrios  más pobres en algunos casos no importa si es rico o pobre, crecen en
marginación poniendo a la vista el rezago la discriminación y miseria, en la era de las
Innovaciones tecnológicas, la sociedad el mercado financiero que les exige cada vez
más y entre comillas el triunfo de la democracia la actitud que les marca el rechazo
Incomprendido hacia los moldes de la vida impuestos por la sociedad   y y el gobierno
todos los días  pone en duda y muestra el abismo que hay entre la sociedad y las
instituciones con estos grupos muestra el deterioro de la importancia de la familia y el
poco uso de los valores en el entorno social y familiar por consecuencia realizan
prácticas ilegales tan diversas desde el robo hasta la violencia, actos  de criminalidad
que cada vez son más visibles  se van convirtiendo en la medición de una estructura
social de los amplios lugares excluidos por eso los pandilleros son el gran problema de
la sociedad y gobierno actual por su condición global y es una señal de exclusión, con
la sociedad por su rompimiento con el entorno institucional y la conexión con el mundo
de la criminalidad.




 Una pandilla es un grupo de personas que mantiene  una relación cercana y estrecha puede tratarse de un conjunto de amigos cuya relación se basa en el cariño mutuo, pero también puede ser  de una banda con miembros que se reúnen para hacer actividades delictivas en grupo.
En nuestra sociedad, los jóvenes, en su mayoría, tratan de buscar que identificarse con un estilo de vida con el que sientan que son tomados en cuenta realmente. Es por esta razón que cada vez más jóvenes buscan una solución en el pandillaje. actúan un grupo de adolescentes que se enfrentan a problemas comunes y comparten los mismos intereses En este problema, las principales causas sociales que provocan el pandillaje son las siguientes: la familia y la educación, la familia juega un rol muy importante, pues los integrantes de una pandilla suelen proceder de hogares en crisis o destruidos totalmente o parcialmente por parte de los padres, donde sus necesidades materiales o afectivas no son atendidas para un adecuado desarrollo personal .En , la educación brinda al joven los valores necesarios para contribuir al buen camino y ,así, no caer en el pandillaje.
Por otro lado, existen también causas económicas que provocan el pandillaje que son las siguientes: la pobreza y el desempleo. En primer lugar, la pobreza causa que los jóvenes tengan carencia de bienes es por esta razón que en las pandillas encuentran dinero fácil por medio de robos, distribución y venta de drogas. En segundo lugar, el desempleo, complementa la pobreza, pues al trabajar ilícitamente en las pandillas se gana mucho dinero con la venta de drogas
Los integrantes de las pandillas, mayormente , son jóvenes con pocos valores y maltratados provenientes de hogares destruidos, sin educación, etc. Las pandillas están conformadas, generalmente, para una ayuda mutua entre miembros, defender su territorio y otras más radicales para hacer actos delictivos. En nuestra opinión, la educación y la familia, así seas pobre, son las que mas influyen en la decisión del joven para integrarse a una pandilla o seguir con una vida normal.
Cada pandilla, a pesar de las características comunes, mantiene características distintivas que la hacen diferente de las otras, aún dentro del mismo sector de una ciudad. Dentro  de las  características  principales  generales  se  pueden  señalar  las  siguientes:
En el  interior de su  propio  territorio (escuela  o comunidad)  generalmente se muestran hostiles; sin embargo, fuera de éste, pueden parecer amigables.
Tienen un código y sentido de justicia propio y cuando consideran que ha sido violado aplican castigos fuertes, llegando a la violencia.
Emplean la mentira y pueden manipular a otros a través de ella de la forma como les convenga. Los más violentos llegan a ser insensibles al dolor ajeno y no tener metas a largo plazo. No muestran remordimientos y no controlan sus impulsos.
Para muchas pandillas criminales modernas la violencia es un medio hacia un fin material y se vinculan al tráfico de drogas y otras actividades criminales, las cuales se convierten en objetivos primarios para asociarse en pandillas. Este tipo de pandillas no es intimidado por la autoridad, por el contrario, en medio de un acto criminal sienten excitación.La pandilla ofrece posibilidad de encontrar la identidad que en general el joven no encuentra  en su ambiente familiar o escolar.
La pandilla ofrece posibilidad de encontrar protección, compañerismo y seguridad. En comunidades donde ya hay pandillas, el hecho de unirse a una se hace casi una necesidad. La pandilla ofrece un sentido de familia que a veces no existe en el hogar. Es interesante anotar la paradoja aparente de tener que soportar maltrato violento y ritos de admisión peligrosos, lo cual está relacionado con la exigencia de prácticas culturales características.
Pertenecer a la pandilla también se vuelve fuente de reconocimiento social, así sea mediante actividades criminales, respecto de las cuales en muchas ocasiones no hay plena consciencia del peligro implicado. en Colombia, los datos consultados [por ejemplo Atehortúa (1992) e Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (1999)] confirman que los pandilleros se refieren a su grupo como su familia y reconocen un alto grado de afinidad “familiar»,  pretendiendo encontrar el afecto y el amor que por lo general no
Encuentran entre sus hermanos y padres. Los amigos se convierten en la fortaleza del pandillero y recurren a marcas distintivas que los identifican; por ejemplo, los tatuajes y el corte de pelo forman parte de su nueva identidad. Igualmente, los une el vocabulario que en ocasiones sólo entienden ellos. Tienen sitios específicos de reunión en los que adoptan una presencia retadora con respecto a la comunidad. En grupo se sienten seguros, dueños de todo y de todos. En general, los actos delictivos los realizan en compañía.
Desde la niñez intermedia los niños se ven atraídos por aquellos que son similares a ellos, sobre todo en relación a su comportamiento agresivo y, posteriormente, al uso de drogas en la adolescencia. Se habla del proceso de atracción mutua y de la hipótesis de la hemofilia. Por otra parte, también hay consistencia en la presencia de factores demográficos como vecindad y rechazo en grupos más conformados, como los compañeros de colegios, lo cual lleva a buscar amistades fuera de estos grupos. Independientemente de si los niños antisociales se juntan por elección o por defecto, de acuerdo con el modelo de  descrito por el grupo de Patterson (citado por Angel et al., 1995), los niños aprenden a escalar el comportamiento aversivo para controlar los esfuerzos de los padres por establecer límite.
 Este patrón coercitivo surge en algún momento en las relaciones de amistad de estos niños. Una prueba a esta hipótesis se encuentra en el análisis secuencial de la estructura de la interacción, la cual es característica de un proceso de reciprocidad negativa. En esta línea, Dishion, Andrews y Crosby (1995) encontraron que las amistades de los niños con problemas de comportamiento eran de menor calidad, de menor duración y calificadas como poco satisfactorias, no encontrándose diferencias en déficit de conductas positivas, pero sí en reciprocidad negativa y negociación.
De acuerdo con Lahey, Gordon, Loeber, Stouthamer-Loeber y Farrington (1999), existen dos modelos para explicar la vinculación a las pandillas. Por un lado, están las teorías de la selección, cuya hipótesis es que algunos niños se vinculan a pandillas porque ya están comprometidos en conducta antisocial; por otra parte, las teorías de la socialización proponen que los niños son socializados en conducta antisocial durante o después de su vinculación a pandillas; por ejemplo, las razones de vinculación son búsqueda de autoestima, de poder, de protección, pero en el interior de la pandilla son estimulados a participar en actividades antisociales. No obstante, lo importante es en- tender que los dos modelos no son completamente incompatibles. El estudio longitudinal de Pittsburg, reseñado  por estos autores, intentó replicar análisis anteriores sobre el valor predictivo de la conducta antisocial previa y variables familiares y de vecindario. El estudio mostró que el 24% de los niños pertenecía a una pandilla y el 16% de ellos se vinculó a una más fuerte en la adolescencia tardía. No se confirmó la relación de pertenencia a pandilla con bajos ingresos económicos en la familia, ni con hogares mono-parentales o con pobre supervisión. La función de esta última se relaciona con la edad, más importante en la adolescencia temprana que en la tardía. Tampoco se con- firmó la asociación con niveles de criminalidad en el vecindario, pero sí los crímenes contra personas. La asociación entre trastornos de conducta iniciales y probabilidad de
vincularse a pandilla se debilita a medida que se incrementa la edad. Esta asociación también cambia dependiendo de la variación en los problemas de comportamiento. Por ejemplo, si el problema de conducta inicial disminuía y no se informaba de ataques a personas, había menos probabilidad de vinculación a pandillas. Sin embargo, no se descartaría la posibilidad de que el hecho de pertenecer a una pandilla lleve a empeorar la conducta antisocial preexistente.





Esta relación entre las variables escolares y el comportamiento social en la niñez y la juventud, incluyendo la vinculación a pandillas, ha sido tema de interés para muchos estudiosos del comportamiento humano. Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de datos que señalan que la escuela no está ejerciendo una función efectiva de protección contra los problemas de la violencia familiar y social, y por tanto tampoco está cumpliendo una función de socialización en el sentido integral de la palabra, no se observan acciones estatales que den respuesta a dichos datos (Angel et al., 1995; Ballesteros de Valderrama y Cortés, 2000). El Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (1999) recoge datos y análisis consistentes con la mayoría de la información de la literatura especializada sobre las formas de manifestación la violencia, las cuales van desde el simple desconocimiento por el otro cuando no se responde a su pregunta, cuando no se reconoce su cuerpo en el espacio, cuando su nombre nunca es pronunciado,  hasta  el  golpe  de  autoridad  o  el  disparo  que  elimina  el  contrario.  En general, en el contexto escolar colombiano (así como en el de otros países) ha primado y continúa primando la ley del más fuerte, no solamente en cuanto a la fortaleza física sino también en cuanto a las habilidades para ser abusado; por eso, en pocos casos el juicioso o es el admirado por el contrario.
Dentro de las instituciones escolares, el fenómeno de las pandillas ha contribuido a deteriorar aún más las relaciones profesores-alumnos. Como se verá posteriormente, si antes eran solamente los alumnos quienes entraban en un ciclo de coerción, ahora también son los profesores quienes han llegado a temer por su seguridad y por su propia vida debido a las amenazas y a las acciones de sus alumnos pandilleros. En la Secretaría de Educación del Distrito Capital, por ejemplo, se reciben a diario solicitudes de traslado de docentes que ya no pueden trabajar en una institución porque la inseguridad no  sólo  alrededor  de  la  escuela  sino  dentro  de  ella  misma  no  garantiza  el  trabajo. Profesores y alumnos llegan a percibirse mutuamente como verdaderos enemigos y hay estadísticas  oficiales  que  señalan  ya  un  número  de  víctimas  importante  dentro  del gremio del magisterio. El estudio iniciado por la Secretaría de Educación para abordar el problema de las pandillas y el papel de la escuela frente a esta realidad, llevó a reconocer que la labor no es fácil. De acuerdo con este estudio, casi todos los miembros de pandillas viven con su familia, padres, madres, padrastros o madrastras y hermanos. A pesar de que las relaciones con ellos en ocasiones no son buenas, dicen querer a la familia aun quejándose de las actitudes de algunos de los padres. Estos jóvenes tienen una imagen negativa de la escuela; sin embargo, todos quieren estudiar. Desean un colegio sin tantos castigos y que los profesores los dejen ser libres, pues en general sienten que éstos siempre deciden por sus vidas. La razón por la cual algunos pandilleros.

 Datos demográficos
En Colombia, Atehortúa (1992) se refiere a actos violentos entre jóvenes desde el siglo XIX hasta nuestros días y presenta datos específicos de Cali, en donde hasta 1991 se habían identificado 118 pandillas juveniles, con 1286 miembros cuyas edades pro- medio estaban entre 16 y 17 años. De acuerdo con este autor, la mayoría tiene igual número de mujeres que de hombres, aunque también existen las exclusivamente masculinas y femeninas. La tasa de mortalidad más alta de Cali se presenta en las zonas de mayor número de pandillas. Un estudio de la Policía Nacional sobre delincuencia juvenil entre 1990 y 1999 muestra que Bogotá, Medellín y Cali tienen el mayor índice de criminalidad. El 95% de los actos criminales son cometidos por jóvenes mayores de13 años y el 5% restante (4673) por menores de 12 años. Las estadísticas de Bogotá provenientes de un estudio de 1997 (Fundación Gamma Idear, 2000) muestra que la zona de Usaquén, a la cual pertenece el grupo de barrios objeto del presente análisis, tiene entre el 26% y el 50% de los habitantes con necesidades básicas insatisfechas y los mismos porcentajes muestran índices de pobreza. En cuanto al porcentaje de muertes por lesiones, sin discriminar si son accidentales o intencionales, entre el 10% y el
15% corresponden a menores de 5 a 14 años de edad, y entre el 15% y el 20% corresponden a personas de 15 a 44 años. En los barrios de Buena Vista, la zona a la que pertenece la pandilla objeto del presente análisis, se han identificado tres pandillas de aproximadamente 25 jóvenes entre 16 y 28 años.
Desde las propuestas de Kantor y Skinner respecto de la Psicología como ciencia natural del comportamiento, el análisis funcional se plantea como la metodología apropiada para dar explicaciones del comportamiento humano (Ballesteros de Valderrama y Rey, 2001). Para el análisis del comportamiento, los problemas individuales y sociales están representados en el comportamiento de la gente y los arreglos ambientales que experimentan. Esta perspectiva ha permitido hacer contribuciones importantes al trabajo en todos los campos propios de la Psicología, incluyendo las comunidades, a través del diseño experimental y los métodos analíticos (Balcázar, Suárez-Balcázar y Keys,
1998; Fawcett, 1991). Hay que recordar que el término función en el análisis del comportamiento ha de entenderse en sus dos significados principales: (a) el comporta- miento como proceso de interacción organismo-ambiente (natural y social) cumple funciones para el organismo que se comporta; a ello se refería Skinner cuando afirmó que su propuesta no implicaba negar ni desconocer la dimensión propositiva del comportamiento (Skinner, 1974, 1991); y (b) el comportamiento está en función de diversas variables que mantienen cierto tipo de relaciones entre ellas (relaciones funcionales).

En el campo social, desde cuando Skinner se refirió a la selección de prácticas Culturales por contingencias de refuerzo social, otros autores han contribuido al desarrollo del estudio del comportamiento social desde esta perspectiva. En esta línea, de acuerdo  con  Glenn  (1988),  dentro  de  las  comunidades  las  prácticas  se  seleccionan porque tienen valor de supervivencia para todo el grupo. Esta autora describió las metacontingencias como aquellas contingencias a nivel social que contribuyen a explicar el mantenimiento de prácticas dentro del grupo. Las prácticas culturales se explican por un conjunto de contingencias de refuerzo intercambiadas, en las cuales el comportamiento individual y sus productos funcionan como eventos ambientales con los cuales interactúan los otros.
 De esta manera, las prácticas culturales no seleccionan comporta- miento propiamente dicho, sino contingencias entrelazadas, las cuales sobreviven en la conducta del grupo. La metacontingencia es la unidad de análisis para una práctica cultural con todas sus variaciones y resultados. Por su parte, Mattaini (1996) y Mattaini, Twyman, Chin y Nam (1996) han aplicado el análisis funcional para entender el mantenimiento del comportamiento agresivo y violento de personas y grupos. El presente análisis aplica la sugerencia de este autor para presentar de forma gráfica el análisis funcional de algunas prácticas propias de la pandilla. Teniendo en cuenta lo anterior, el objetivo general del análisis funcional de este caso particular de pandilla juvenil es comprender este problema en el contexto de la comunidad particular y explicar algunas de las prácticas características en función de las variables implicadas en términos de relaciones funcionales. En primer lugar, se presentarán los datos correspondientes al sector donde se encuentra  la pandilla; en segundo lugar, los datos sobre uno de los colegios del lugar, en donde se encuentran alumnos vinculados o cercanos a la pandilla; y, en tercer lugar, las características de las familias y los datos de la pandilla misma.

Como la mayoría de los sectores de la periferia de la ciudad de Bogotá, el sector del Nororiente está conformado por un grupo de barrios que se formaron como invasión y han mostrado un crecimiento acelerado. Las primeras familias del sector provenían de Boyacá y Cundinamarca, con características particulares de familias monoparentales, de estratos socioeconómicos bajos. Esta colonización fue creciendo indiscriminadamente hasta organizarse en grupos o barrios y se fue adquiriendo un sentido de pertenencia sobre un territorio determinado, el cual era defendido con agresiones físicas y verbales, conductas que continúan y que han sido transmitidas de padres a hijos. En la actualidad el sector se encuentra dividido territorialmente entre tres pandillas. En la Figura 1 se presentan las características principales relacionadas con el análisis funcional del caso, por su función como contextos de predisposición para nuevos integrantes o grupos, así como de mantenimiento de la pandilla existente.
 En términos de metacontingencias, las que se observan en la comunidad podrían analizarse en función de la ciudad, ésta del país y así sucesivamente, a niveles macro.El colegio analizado cuenta con 240 alumnos de sexto grado, con edades comprendidas entre 11 y 15 años, divididos en seis grupos de cuarenta estudiantes de ambos sexos, distribuidos por rango de edad. Las principales quejas en el área académica y
disciplinaria son déficit atencional, hiperactividad, absentismo escolar, bajo rendimiento en todas o algunas materias específicas, agresión verbal y física entre compañeros, inadecuado control de la autoridad, falta de compromiso y cumplimiento a nivel académico y personal, copiar en las evaluaciones, no llevar materiales para trabajar en clase, amenazas hacia profesores y alumnos, y uso de armas blancas por parte de los estudiantes En general, los estudiantes muestran pocos intereses académicos. Expresan que las clases son aburridas y que los profesores son desorganizados, que no les imparten las clases, abusan de su autoridad, no los tratan bien, no los comprenden y que no se preocupan por su bienestar ni por sus conflictos. Algunos alumnos y alumnas expresan que se sienten bien en el colegio y desean aprender, además dicen que prefieren ir al colegio que quedarse en la casa escuchando los conflictos que se presentan. Las condiciones de las relaciones profesor-alumno en los grupos de mayor edad han llegado a que los profesores no desean impartir las clases debido al comportamiento de los estudiantes  y  a su incapacidad para poder controlar estos grupos. Algunas estrategias  que  utilizan  los  profesores  para  tratar  de  obtener  el  control  de  su  clase  son expulsar a los estudiantes del aula, trabajar sólo con los alumnos que desean prestar atención, ignorar la indisciplina y continuar impartiendo la clase, buscar compromisos de los estudiantes con la presencia de los padres, y gritos para lograr la atención de los estudiantes. La mayoría de estrategias empleadas por la institución pueden clasificarse como coercitivas, a las cuales el estudiante responde de la misma forma.
En términos del análisis funcional, dentro de la institución se encuentran procesos de reciprocidad negativa que facilitan la vinculación a pandillas. Las características principales descritas en la Figura 1 son las mencionadas por los jóvenes pandilleros como factores que predisponen a rechazar la institución y a preferir situaciones alter- nativas, coincidiendo con las observaciones directas en el colegio. Igualmente, las prácticas institucionales entran en contingencias de refuerzo negativo que mantienen comportamientos de evitación y escape de los alumnos (por ejemplo, amedrentar a profe- sores), perpetuando ciclos de coerción.



Para propósitos del análisis funcional, en la Figura 1 se resumen las principales características familiares relacionadas con el problema de pertenencia a pandillas. Los jóvenes informan de maltrato físico y verbal por parte de sus padres, lo cual cumple la función de lograr el control del comportamiento de sus hijos, pero a la vez modela formas coercitivas de interacción y genera procesos de reciprocidad negativa, lo cual lleva a los jóvenes a pensar en irse de la casa para no seguir siendo víctimas y poder vivir con tranquilidad. Una característica importante es la proporción de padres u otros familiares cercanos que son o fueron pandilleros, o que informan de problemas como alcoholismo, desempleo, irresponsabilidad, drogadicción, delincuencia, pocas habilidades de comunicación, agresión verbal y física,  y menosprecio hacia los hijos. Los problemas económicos sirven como factor de restricción que predispone a la búsqueda de dinero u objetos deseados por medios ilegales.
 Esto se relaciona con los modelos existentes y contingencias de refuerzo por parte de la madre, quien en ocasiones aprueba y acepta las aportaciones del hijo, sin preocuparse de dónde provienen.
La pandilla analizada continuamente se enfrenta con las otras pandillas del sector con riñas nocturnas,  con el objetivo de defender su territorio o de responder a una agresión. Dentro de las conductas más comunes se encuentra el hurto, la agresión física y verbal, incluso el homicidio. Los comportamientos de la pandilla han impactado severamente en la comunidad del sector; sin embargo, funcionalmente la comunidad mantiene  contingencias  de  refuerzo  para  la  pandilla,  porque  ante  la  ausencia  de  la autoridad la pandilla llega a verse como protectora del barrio. En las Figuras 2, 3 y 4 se representa el análisis funcional correspondiente a tres conductas específicas de la pandilla, consideradas como representativas: pelea, robo y pelea de perros. Como se observa, se resumen las relaciones entre los eventos ambientales y conductuales, teniendo en cuenta que no se trata de eventos conductuales aislados, sino elementos integrantes del conjunto de prácticas propias del grupo, mantenidas por contingencias de refuerzo, a veces negativo, a veces positivo; cada una de las conductas está en función de un determinado grupo de relaciones.
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LAS MARAS EN MEXICO
 Si el barrio es lo propio del norte y la banda del centro, la mara es lo característico del sur. Según se anotó el primero se arma sobre la referencia territorial mientras la segunda en torno a sus ejecutorias; la mara, por su lado, se construye sobre las formas de funcionamiento de las agrupaciones centroamericanas, sus alineaciones y comportamientos se rigen siguiendo la impronta de la lucha entre la Salvatrucha (la 13) y la 18. Las pandillas existían de tiempo atrás en Tapachula, se cuentan historias de grupos legendarios como el de la colonia Obrera y de otros sitiando varios puntos de la ciudad. Tales grupos mantenían su autonomía respecto a las modalidades en marcha en los otros países de la frontera, al parecer funcionaban como lo haría cualquier grupo en México. Desde finales de los años 90 el panorama empieza a modificarse, tal independencia comienza a desleírse ante el influjo de las poderosas maras en crecimiento en la vecindad. En un principio se trata de una presencia esporádica, apenas suenan noticias de sus acciones en uno y otro lado; mas a partir del año 2003 los mareros, empujados por la implementación de las políticas represivas en El Salvador, Honduras y Guatemala, se convierten en la figura dominante del escenario pandillero de la ciudad.  
En la primera fase lo hacen de manera directa, ellos mismos se toman la ciudad. La represión implacable en Centroamérica traslada a Tapachula y otros municipios cercanos una buena cantidad de componentes de las dos maras. Lo menciona un líder comprometido en la expansión, <aquí en Tapachula llegaron a ser 1500. Pero era en Tecún Umán, Ciudad Hidalgo, Mazatán, Metapa, Buenos Aires, Huixtla, Tuxtla Chico, Cacahoatán. En todo eso mi gente se dedicó a regar la pandilla. Pongámosle a nivel Chiapas ya que por último mi gente llegó a Tuxtla Gutiérrez. Así se fue regando mi célula>63. De las 394 personas todavía detenidas en el estado de Chiapas hacia mediados del 2005 el 33% son centroamericanos.
Tapachula posee un atractivo especial, el 49% de los mexicanos detenidos en Villa Crisol proviene de ella 64 En últimas es la ciudad grande de la frontera, capital de la región del Soconusco, amén de ser punto de arranque de la línea férrea que penetra el territorio mexicano hacia el norte, camino a la ciudad de Veracruz. El migrante que la alcanza –el puerto en la parte baja del golfo de México-, ha recorrido la mitad de la ruta que tendrá que seguir a lo largo del estado de Tamaulipas hasta Matamoros, la puerta fronteriza del occidente a los Estados Unidos. Sobre el tren y sus tránsitos la mara Salvatrucha instaló un reinado.



Controlaba los flujos de inmigrantes, cobraba el “derecho” de paso de la frontera y el uso del tren apoyado en un régimen armado sobre la administración calculada de la violencia. El nombre que terminó por recibir el “servicio” ferroviario, el tren de la muerte, revela con claridad el entresijo que porta la fusión de migración y administración marera. La caída de los migrantes del tren en pleno Movimiento, descolgados una vez los vence el sueño en viajes de días enteros, dejó de ser un accidente esporádico para convertirse en un acontecimiento repetido a diario. Los albergues para las personas que aparecían mutiladas por el tren en las cercanías de Tapachula se volvieron necesidad urgente, lanzar la gente se convirtió en un procedimiento eficaz para mantener el dominio –demandadas también por la crueldad de la policía y los hospitales, argumentados en la condición de migrantes de los heridos-. El tren pasaba con la gente colgando como racimos, los unos en la condición de migrantes con el sueño de llegar al norte y los otros en su lugar de mareros posesionados del control del negocio Entretanto la mara 18 armó sus cuarteles en otro punto de la ciudad, se posesionó del centro y sus alrededores. Durante algún tiempo se hizo común la presencia de los mareros en una calle cualquiera de la ciudad, eso sí siguiendo la distribución geográfica impuesta por la confrontación: la 13 al sur, fiel a su definición de sureña, desde las proximidades de la línea férrea hacia abajo65; la 18 al otro lado, al norte, en trance de imponerse sobre el centro, sus parques y negocios. Las bandas se multiplicaron, algunas integradas en su totalidad por centroamericanos, otras por mexicanos y algunas más por la mezcla de unos y otros –quizás la más corriente en ese entonces, ante la persecución en sus países las maras emprendieron el proyecto de crecimiento transnacional comenzando por supuesto por la nación contigua-.
El proyecto marero llegó a México, en Tapachula echó raíz como en ningún otro lado. No obstante dos hechos se interpusieron en el camino dando al traste con la expansión, hechos que precipitaron el advenimiento de la segunda fase de la presencia marera en la ciudad. El primero nació de la dinámica del enfrentamiento. El 20 de noviembre de 2004, en pleno desfile de larga tradición en la región, se produjo un acto de agresión brutal entre miembros de la 13 y la 18. La sociedad tapachulteca quedó atónita y terminó de cobrar conciencia de un hecho que ya la había desbordado. A los pocos días la copa se desbordó. Un efusivo locutor de radio cometió la imprudencia de advertir, micrófono en mano, de la inminente invasión que practicarían las maras sobre las escuelas locales. El pánico se regó, los padres de familia salieron con precipitud a sacar a sus hijos de los centros escolares provocando un verdadero caos en la ciudad. Las dos provocaciones ponían sobre el tapete el hecho contundente, el fenómeno marero se había regado por Tapachula y estaba extendido en varios municipios de la región. El estado tomó cartas inmediatas en el asunto, tanto el estatal como el federal. Lanzó los planes Acero y Costa, operativos policiales destinados a perseguir mareros con el ánimo de poner coto a sus acciones en el sur de México66. Las cifras de muchachos encarcelados crecieron de forma geométrica, tanto centroamericanos como mexicanos: entre el 2003 y el 2004 se aprehendieron 1057 maras en 21 estados de la república, mientras en Chiapas, del 2002 a mediados del 2005, se detuvieron 93567. Como es propio del estado mexicano frente a circunstancias de conflicto explosivo no se paró en mientes para llevar a término su tarea. Se multiplicaron las historias de represión brutal, muchas de ellas pasando por allanar a la fuerza las casas de los sindicados. Al día de hoy comienzan a salir los apresados de ese entonces después de purgar penas de un año y más de confinamiento, el pánico los enmudece, no quieren hablar nada al respecto68Como consecuencia el fenómeno se retrajo de manera considerable, la fuerza policial barrió las maras del centro y de muchas colonias donde empezaban a abundar. Sin embargo falta otro acontecimiento que terminaría de asestar el golpe final, en octubre del año 2005 la región fue azotada por la furia devastadora del huracán Stan. A Tapachula la destruyó en uno de sus flancos. El río Comitán, cuyo cauce corre paralelo a la ciudad por el costado oriente, creció hasta acumular la fuerza capaz de demoler puentes y arrasar las colonias tendidas a lado y lado de sus riveras. En la occidental, justo, se encontraba la zona de elevado conflicto incluyendo un centro de afianzamiento marero. La furia del río la eliminó de tajo, matando de paso a cientos de personas. No es todo, el huracán arruinó también el puente que conectaba la línea férrea sobre el río impidiendo su funcionamiento, todo lo cual forzó el traslado de los desplazamientos a la línea que saliendo de Arriaga se dirige hacia el occidente en dirección al estado de Oaxaca.
 Fue el caso de algunos recién salidos. No necesitan palabra, fueron las mamás quienes narraron los atropellos y excesos policiales en el momento de la captura.  La represión estatal y la furia de la naturaleza se unieron para destruir el avance marero en la principal urbe fronteriza del sur. El fenómeno detuvo su impetuosa expansión. Sus promotores, tanto centroamericanos como mexicanos, desaparecieron bien porque fueron detenidos y metidos en la penitenciaría, bien porque el río truncó sus vidas. La impronta de la primera fase –la llegada directa de centroamericanos-, con todo, se deja sentir con toda su fuerza todavía. De las 13 agrupaciones identificadas 12 corresponden a maras distribuidas según el patrón establecido desde el comienzo: la 13 al sur y la 18 al norte, amojonadas por la línea férrea. La disposición geográfica no es lo único que permanece. Muchas de las prácticas propias del universo marero se conservan. Primero, la más definitiva, subsiste el referente del enfrentamiento entre las maras. La rivalidad se mantiene, el encono se alimenta. Los días 13 y 18 de cada mes, como se estila en Centroamérica y Los Angeles, cada mara hace correrías especiales sobre el territorio enemigo. Además se mantienen los códigos de funcionamiento, las bandas hacen reuniones en donde se toman decisiones colectivas sobre un número variado de asuntos, desde los ataques al adversario hasta los destinos de los fondos colectados mediante los aportes económicos de cada miembro.



Sin embargo las maras tapachultecas se desenvuelven en el señalado contexto de la singularidad mexicana, vale decir, la intensidad de su tiempo paralelo es siempre menor a la de las agrupaciones centroamericanas. Aún en la primera fase, cuando la experiencia alcanzó su éxtasis bajo el estímulo de la llegada de mareros salvadoreños, hondureños y guatemaltecos, los grupos mexicanos resultaban notorios por su menor capacidad de  violencia. Las experiencias fuertes, como la del control sobre el tren, no era dirigida por mareros mexicanos. Las maras se han visto envueltas en un proyecto de expansión transnacional. Primero se extendieron desde Los Angeles a El Salvador y después hasta Honduras y Guatemala; luego, una vez los golpeó la persecución estatal en sus países, han intentado reproducirse en México y en algunas ciudades de los Estados Unidos. Durante algún tiempo, algo así como un año largo, todo indicaba que comenzaban a tener éxito. La cultura marera se reproducía en sus parámetros esenciales, los modos de ser 13 y 18 eran adoptados por muchachos al otro lado de la frontera. Desde ese entonces –y según se comenta aún hoy día-, en el empeño de la expansión se escogieron líderes capaces de llevar a cabo el cometido, miembros destacados dotados con el carisma y la fuerza requeridos para trasladarse a otro país y convocar a los chavos en torno a los signos mareros. <Yo ya andaba en vísperas de mi muerte, ya andaba con mi cruz. Entonces me dijeron allá en México nadie te conoce y si la haces bien vas a poder levantar el barrio>, comenta uno de Honduras. Sin embargo, acto seguido y de manera desprevenida, la inteligencia marera señala la diferencia de la situación en México: <Si no lo piensas bien ten cuidado porque allá no toleran nada>
Tapachula recibió más de uno. Sin embargo el proyecto se ve a cada paso, no sólo por los poderosos factores recién expuestos –el estado y el 69Gatillero, Tapachula, p. 29. Huracán sino porque la naturaleza de la vida marera no cabe, en toda su extensión, dentro del mundo cultural mexicano. Lo dice una marera hondureña: <Estos muchachos de aquí me dan risa porque en Honduras jamás vas a ver uno haciendo señas. Allá no se juega, si te van a matar te matan. Aquí nunca han visto una matanza>. Y luego agrega sobre la violencia: <Aquí miran a los Vatos locos y no los matan, ven a un MS y sólo lo golpean…Se los puede ver aquí en Tapachula muertos de la risa. Pero cuando los vean de otros países los van a poner en su lugar, si no hacen las cosas como dicen los van a matar
.Presos de las bisagras del tejido social mexicano en Tapachula todavía permanecen los mencionados grupos, haciendo sí de la cultura de las maras su referente constitutivo. Eso las diferencia de los <barrios> norteños y de las <bandas> del centro. Como las primeras mantienen una localización territorial pero se acercan a las morelianas en su ensimismamiento, esta vez inscritos en los códigos de la simbología marera. En todos lados, al norte y al sur, las maras se han transformado. La persecución las ha cambiado, son menos visibles, su trasgresión ha disminuido en evidencia y las preocupa la supervivencia. En palabras del mencionado cabecilla, metieron a muchos presos pero que le hayan puesto un alto a las pandillas no es cierto. Ahora son grupitos con mayor inteligencia, son jóvenes que han sido preparados por. Jóvenes de otros países. Ya no se van a parar en una esquina, ahora se cuidan más las espaldas. Son grupitos que ya piensan diferente.
 Las maras se ocultan, tienen sitios  Gatillero, Tapachula, p. 31. cerrados de reunión, quedaron prohibidos los tatuajes. En Tapachula se aprendió la lección de la represión, son más discretas. Con todo, de nuevo, jamás se trata de un remedo exacto de la práctica centroamericana, sus bandas no alcanzan, ni de lejos, la intensidad de la violencia centroamericana. No dejan de ser mexicanas y ya aparecen fuerzas empeñadas en hacer valer la autonomía. El grupo de los Nazis, otra pandilla Tapachulteca, está comprometida en la tarea de vivir la experiencia pandillera lejos de los modos extranjeros, adoptando símbolos y modos relacionados con la particularidad de su país. La tan mencionada invasión marera sobre México nunca llegó a los grados que la prensa le adjudicó. Ingresaron al sur, en específico al estado de Chiapas, en donde llegaron a instalar sus fortines en varios lados. Lo dijo el líder hondureño trabajando en el asunto, <pongámosle a nivel Chiapas ya que por último mi gente llegó a Tuxtla Gutiérrez>, afirma luego de mencionar varios municipios. Pero no es cierta la especie tal de las maras posesionadas en 21 estados de la república, así como se afirmó, como tampoco la aseveración de 500 mareros ingresando diariamente de manera ilegal al territorio mexicano. Tuvieron presencia en Chiapas y allí permanecen hoy día recluidos72 En ninguno de los otros tres estados de nuestro estudio llegaron a afianzar algo parecido a lo obtenido en el sur, ni en Baja California ni en Michoacán y menos en el Distrito Federal.
72 Hay pandillas juveniles en 24 municipios de Chiapas, en especial en Tapachula, Tuxtla Gutiérrez, Suchiate, Hidalgo y Metapa. Secretaría de Seguridad Pública (2005). En Tijuana apenas si aparecen pese a la masa de deportados que le cae a la ciudad. En los centros de reclusión temporales, hacia comienzos del 2006, sólo se hablaba de un caso. En Morelia se cuenta la historia de unos mareros aparecidos en un punto cercano a la ciudad, inmediatamente neutralizados por la policía. En el Distrito Federal se habla lo mismo sin que termine de verificarse su presencia. En los tres casos, es lo importante, pueden circular mareros empeñados en diversas actividades, pero en ninguna de las circunstancias se trata de las maras como una organización colectiva estable capaz de modificar el escenario de poder en lo local. El problema de México no son las maras; es la existencia de pandillas juveniles propias, dotadas de singularidad, que en el sur adoptan las imágenes y los símbolos propios del universo marero. Incluso no es el único caso. En Tijuana circulan muchos de sus símbolos, como los nombres y los distintivos de Locos. La proximidad con Los Ángeles lo impone. Igual en Morelia, los deportados llevaron muchas de sus formas, como los nombre de 13 y 18 todavía visibles en algunas calles de las colonias. Mas en los dos casos se trata de adopciones de figuras de las agrupaciones juveniles urbanas más potentes del planeta, pero en ningún caso la mimesis precisa con su estilo. Como lo dice alguno en Tijuana cuando se le pregunta por la presencia de los mareros, “nosotros no permitimos que nadie venga a tomar lo nuestro. México es México”.
 Conclusión
El análisis funcional aplicado a este caso permite una comprensión molar del comportamiento grupal. La forma de organizar los datos sobre las diversas variables o factores en cualquiera de los términos de las relaciones de contingencia permite vislumbrar de una forma clara el tipo de funciones que desempeñan estas variables o factores. Gran parte de los datos son consistentes con la información en la literatura especializada sobre las pandillas juveniles, pero la metodología aplicada permite esclarecer las relaciones funcionales entre las variables, identificando las que tienen que ver con el mantenimiento de la existencia de las pandillas, en general, y con el mantenimiento de las prácticas dentro de un grupo específico. El análisis funcional permite además orientar la intervención en los sistemas de la comunidad que se identificaron como factores que deberán modificarse para lograr solucionar el problema. No se trata de eliminar las pandillas como agrupaciones juveniles, se trata de que los jóvenes tengan oportunidad de reemplazar sus conductas delictivas por conductas alternativas que sean equivalentes funcionalmente. Basándonos en el análisis realizado es clara la existencia de objetivos de  trabajo con la  pandilla,  la  comunidad, la  familia  y la  institución  escolar.  Desde luego, se parte también de la necesidad de considerar la influencia en los estamentos de poder a nivel macro, como sería la alcaldía del distrito, con sus dependencias, especialmente, Secretarías de gobierno y de educación. El gobierno central y de distrito empieza a reconocer la importancia de solucionar los problemas en las zonas más pobres de la ciudad. El objetivo general con la comunidad tendría que estar dirigido a lograr un compromiso y un trabajo consistente encaminado a solucionar los problemas identificados, incluyendo la integración de los jóvenes de la pandilla como miembros activos de la comunidad. Para ello, han de identificarse objetivos comunes alrededor de los grupos de pandillas, incluyendo las conductas comunitarias que refuerzan y mantienen las conductas de los pandilleros.
En cuanto a la institución escolar, la Ley Nacional de Educación habla sobre la conformación de la comunidad educativa, pero ésta no existe en el sentido estricto de la palabra. Por consiguiente, el objetivo general sería integrar a los profesores en un trabajo de prevención de la formación de pandillas delincuentes en la comunidad y conformar una comunidad académica que cumpla las funciones de apoyo a la sociedad y a la familia. Por razones que no cabe analizar en este artículo, el sistema educativo ha desconocido las recomendaciones provenientes del análisis del comportamiento en el campo de la educación, desaprovechando así elementos importantes para crear condiciones favorables a la formación de ciudadanos en el sentido pleno de la palabra. Respecto de la intervención en el sistema familiar, el análisis realizado lleva a concluir la necesidad de restablecer la función de apoyo y de protección del grupo familiar.
Finalmente, es importante señalar que a partir de este análisis funcional se identifican objetivos específicos del trabajo directo con los miembros de la pandilla. Las condiciones de motivación indican que es necesario ofrecer alternativas que tengan el mismo valor de refuerzo a través de opciones proactivas, pero de forma directa con el grupo, aprovechando sus características de cohesión y liderazgo. El tratamiento como delincuentes no ha permitido un acercamiento positivo directo, sino por el contrario,
Favorece mantener el círculo de coerción en estos grupos sociales. Además,  es necesario comprender que el funcionamiento social puede mejorarse si aceptamos experimentar nuevos diseños culturales que se planeen en beneficio de todo el grupo social. La comunidad tendrá que cambiar prejuicios y temores hacia los retos que implica asumir su propia responsabilidad en el diseño de su futuro. De igual forma, las intervenciones directas con jóvenes han de tener en cuenta las recomendaciones de expertos  y las experiencias de quienes, aunque no han abordado directamente pandillas delincuentes, están realizando proyectos con jóvenes en nuestro medio.

Referencias
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