Factores que influyen en la deserción escolar.
Por: Silvia Talango Escalante.
1° B Licenciatura en Psicología.
Universidad Autónoma de Campeche.
REF: Act012_PsicoB_Talango
La deserción escolar
y en especial el abandono universitario es un problema social, económico,
psicológico e incluso político, ya que es un mal que afecta al desarrollo de un
país en todas sus vertientes, pues las estadísticas nos muestran que sólo el 25
por ciento de los jóvenes en edad que cursar una carrera ingresa al sistema
universitario, lo cual indica una severa falta de aprovechamiento de los
recursos educativos por parte de los futuros adultos y miembros de la sociedad.
En el presente ensayo
se tratará de ahondar en las causas o factores que inducen la deserción escolar
en los distintos ámbitos de la organización de una sociedad, las circunstancias
y el entorno tanto escolar, como familiar, así como se estudiarán las
consecuencias que este fenómeno trae a la sociedad y al individuo mismo en su
desarrollo como ser funcional y productivo en el mundo actual.
Para empezar, es
necesario aclarar el concepto de deserción escolar, pues hay una amplia
variedad de definiciones por parte de los autores que investigan la
problemática y es necesario establecer una generalizada que a defina a grandes
rasgos lo qué es.
La más sencilla
señala que la deserción es la acción de desertar, que etimológicamente proviene
del latín “desertare”, o sea, abandonar o separarse de las obligaciones,
responsabilidades o actividades que se solía realizar con frecuencia de forma
libre o comprometida, en este caso al unirse con la palabra escolar, hace
referencia a aquellos alumnos que dejan de asistir a sus clases, las abandonan después
de haber sido matriculados y quedan fuera del sistema educativo, por lo cual no
concluirán el grado o nivel de estudio respectivo, lo cual se presenta por uno
o más factores o circunstancias diversos que tienen su posible origen tanto en
la escuela, como en el hogar o en el entorno social y económico en el que se
desenvuelve el estudiante.
Lo anterior desde el
punto de vista general es simple, pero no por ello menos grave, la fuga de
alumnos de una institución escolar, mientras que desde el punto de vista
educativo es un fenómeno psico-social que se observa por el cambio de conducta
de determinados alumnos que deriva en el abandono de las actividades escolares
por diversas circunstancias internas o externas al plantel.
Por su parte, en su
estudio de la deserción escolar universitaria en Colima, el investigador Carlos
Antonio Quintero Macías señala una definición de este fenómeno como la no
inscripción de un alumno de nivel medio superior, carrera o nivel de posgrado
en las fechas correspondientes al plan de estudios de su edad, ni tampoco se
inscribe en períodos ya cursados, concordando totalmente con lo expuesto por
Milena Covo (1989) en su estudio “Reflexión sobre la deserción universitaria en
México”.
Desde el punto de
vista psicopedagógico, la deserción escolar es un problema educativo que afecta
al desarrollo de la sociedad, tanto social como económicamente y se da
principalmente por falta de recursos económicos y por conflictos en el núcleo familiar.
Por ello, en
definitiva, la deserción escolar o universitaria es el abandono de los estudios
correspondientes ya iniciado el curso o la no matriculación al nivel siguiente
respectivo e inmediato al recién concluido de forma definitiva por factores
psicológicos, emocionales, sociales, económicos, políticos o personales.
Sin embargo, es
necesario aclarar que este fenómeno es distinto a otros problemas que se
suscitan en el ámbito escolar, como rezago y ausentismo escolar, no menos
importantes y que de igual forma afectan el rendimiento, la eficiencia y la
eficacia de las instituciones escolares, aunque sin lugar a dudas, los índices
de estos fenómenos dejan entrever una gran falla estructural dentro del sistema
educativo de nuestro país, como lo ha señalado la OCDE en un estudio reciente.
En tanto, entre las
características principales, no tanto del fenómeno de la deserción escolar,
sino del individuo desertor, puedo señalar la autoestima, la repitencia, la
accesibilidad a los centros educacionales, las presiones tanto escolares como
familiares, la “tradición”, los factores culturales, y aunque no es deseada,
casi siempre es voluntaria la deserción.
La autoestima radica
en que muchos jóvenes se autoevalúan, analizan sus capacidades y habilidades y no se sienten seguras de
ellas para cumplir los requerimientos para concluir sus estudios.
La repitencia, debido
al bajo rendimiento y deficiente aprendizaje, es otro factor que deriva
finalmente en la deserción definitiva. En tanto, la accesibilidad a los centros
educacionales, si bien no es un factor determinante por la distancia que en
muchos pueblos alejados de las escuelas impida que los jóvenes cursen sus
estudios, muchas veces afecta el ánimo de estos.
También destaca las
presiones escolares y familiares en los estudiantes, quienes muchas veces
sienten que no pueden cumplir con las expectativas que les han impuesto los
adultos, esto puede ir de la mano con la “tradición”, ya que muchos jóvenes
siguen los pasos de sus padres u otros familiares y se sienten más capaces
ejerciendo algún oficio o trabajo que estudiando.
¿Quién no conoce a
alguien, amigo, familiar o conocido que haya dejado los estudios porque
prefiere trabajar en vez de pasarse más de seis horas en clase y haciendo
tareas? Y al preguntarles el porqué de su decisión simplemente responden:
“Porque mi papá –u otro pariente- no estudió, tiene un buen trabajo y gana
bien”.
Finalmente el aspecto
cultura, aunque no es una característica general –y ninguna lo es- si se
cuentan casos, principalmente en comunidades rurales, donde la cultura y
tradiciones son otras y los padres de familia prefieren ver a sus hijas
adolescentes casadas, madres y amas de casa, en vez de que asistan a una
escuela, estudien una carrera y se alejen del hogar al irse a otros lados a
continuar sus estudios y trabajar en alguna dependencia, empresa o corporativo,
dejando atrás las costumbres familiares. Aún en la actualidad se dan casos,
aunque cada vez menos afortunadamente, pues el número de mujeres que estudian y
terminan una carrera va en aumento.
Para abundar más en
el tema, analizaré con más detalle los diferentes factores que pueden influir
para que el cambio conductual y actitudinal de un alumno en el entorno escolar
derive en la deserción o abandono definitivo o parcial de sus estudios, principalmente
el psicológico, el económico, el político, el social y no menos importante, el
personal, y posteriormente, las consecuencias que derivan de esta problemática
tanto para el mismo individuo, como para su núcleo familiar y la sociedad en
general.
FACTORES
PSICOLÓGICOS
Los problemas
psico-emocionales de muchos alumnos, incluso desde los niveles básicos, si no
son tratados a tiempo y de forma adecuada, se agravan con el tiempo en el niño
y posterior adolescente y derivan en diferentes problemas, como problemas de
conducta antisocial, como agresividad, drogadicción, ausentismo, bajo
rendimiento escolar, repetición y deserción escolar.
En su estudio sobre
los factores psicológicos que propician bajo rendimiento y deserción escolar,
Gladys Jadue (2002) -el cual aunque está enfocado a planteles de Chile, a
grandes rasgos, los factores que propician la problemática en análisis son los
mismos- señala que muchas escuelas tienen una enseñanza estructurada en ciertos
parámetros para atender a niños considerados del rango de lo normal, por lo
cual, aquellos alumnos que se “desvían” de esos estándares, son puestos en una
posición de niños o adolescentes problemáticos. Sin embargo, la autora aclara
que esta etiqueta de “riesgo” no significa que el niño o adolescente sufra de
cierto nivel de retraso o alguna incapacidad intelectual, refiere a que el
sujeto tiene características ya sea psicológicas, familiares o sociales que lo
predispone para sufrir experiencias de bajo rendimiento, ausentismo, problemas
conductuales y actitudinales, así como fracaso escolar.
Estos niños o
adolescentes se ven rodeados por factores negativos propios como son déficit
del aprendizaje, cognitivos o del lenguaje, escasas habilidades sociales o
problemas emocionales y conductuales que traen consigo por situaciones
familiares o por el medio en el que se rodean, como son los grupos juveniles
con que se reúnen, ya sea pandillas y delincuentes y las manifiestan en el
centro escolar y hacia sus demás compañeros.
Al detectar estas
escuelas a niños “problemáticos” o de riesgo que se alejan del considerado
“promedio” se genera una reacción negativa, pues muchas veces no se cuenta con
las estrategias adecuadas para atenderlos.
Mientras tanto, los
factores negativos propios de la escuela y que inciden en el alumnos “en
riesgo” destacan: los prejuicios que denotan directivos, administrativos y
maestros hacia estos estudiantes, además de la inhabilidad de modificar el
currículo para hacerlo más flexible y atender a todos los alumnos y sus propias
circunstancias, así como falta de recursos, estrategias adecuadas de enseñanza,
el ambiente escolar y los valores de todo el sistema educativo.
Como se dijo líneas
arriba, muchos de estos alumnos con este tipo de características “de riesgo” si
no son tratados de forma adecuada por las escuelas, no sólo resentirán
consecuencias para ellos mismos, como bajo rendimiento y deserción escolar,
sino también su comportamiento se refleja entre sus compañeros y en especial en
los maestros, quienes se ven rebasados por la conductas disruptivas de estos
niños o adolescentes y se sienten abrumados y pueden incluso caer en la
desesperación y la frustración, por lo que la conducta negativa afecta la
capacidad del mentor para enseñar y de sus demás compañeros para aprender.
Los problemas
conductuales de estos alumnos pueden no ser generalizados para todas sus
clases, ya que puede comportarse de forma negativa con un profesor y en la
siguiente clase no hacerlo. Pero es innegable que la conducta negativa de estos
alumnos afecta tanto a directivos, maestros, compañeros, padres de familia e,
incluso sus propios hermanos, generando frustración por su lento aprendizaje,
rezago y bajo rendimiento en sus padres, mientras a sus congéneres por el hecho
de recibir atención ante la preocupación paternal y ser relegados a un segundo
plano.
En su trabajo, Jadue
(2002) hace referencia a dos tipos generales de características o conductas de niños
con problemas que engloban a la diversidad de trastornos de estudios
provenientes de Jenkins y Oatley, 1998, y Mahoney, 1997), que son: trastornos o
desórdenes de interiorización, sobrecontrol o ansiedad/retraimiento, que se
observan en ansiedad, timidez, retraimiento, sentimientos de culpa, déficit en
la inhibición de la agresión, excesiva tristeza e, incluso, depresión. Mientras
la otra categoría engloba los trastornos o desórdenes de exteriorización, de
infracontrol o disocial, que incluye conductas como pataletas, desobediencia,
destructividad y pérdida de control de las emociones, rabia, irritabilidad,
impulsividad y explosión emocional.
Por lo anterior, es
necesario que cuando se detecta a un niño con “riesgos conductuales” se
determina si se trata de problemas psicomotrices, fisiológicos o son trastornos
o alteraciones emocionales, que requieren un tratamiento específico y no
dejarlos pasar.
Muchas instituciones
se hacen de “la vista gorda” cuando aparecen este tipo de niños de “riesgo”,
con conductas agresivas, desobedientes, impulsivas, pues el aceptar que hay un
problema en la institución, así como en el manejo de estos alumnos, sería como
admitir que no tienen la capacidad para tratar a estos alumnos o que existen
fallas en su sistema organizacional e inadecuadas estrategias de enseñanza.
La característica
común de los estudiantes con problemas emocionales conductuales y sociales que
presentan déficit en la socialización, baja autoestima, dependencia, sensación
de soledad, conducta disruptiva, hiperactividad, distracciones, entre otras, es
el bajo rendimiento escolar, el cual, de no atenderse debidamente, puede
derivar finalmente en la deserción del alumno, en el abandono de las
actividades educativas, pues su propia conducta genera rechazo, discriminación,
aversión, apatía y desinterés por parte de sus mismos compañeros, maestros y
directivos.
Los alumnos con
dificultad para aprender en edades tempranas por lo general tienen dificultades
en las habilidades de socialización con sus compañeros, conductas agresivas,
baja autoestima y deficiente control de las emociones, hostilidad, así como
ansiedad y depresión.
Muchas de las causas
de estos problemas pueden ser, como ya se mencionó, de origen psico-fisiológico,
pero también de índole emocional por la deficiente educación en sus hogares,
por problemas de violencia intrafamiliar, así como problemas en dicho núcleo
como alcoholismo, drogadicción, desinterés, desintegración, apatía y falta de
atención del menor o adolescente. Por ello, la autora resalta que esta
problemática psicológica de los alumnos que presenten problemas de rendimiento
escolar y conductuales no debe pasarse por alto, al contrario.
Al referirse a los
problemas de educación en la familia, se puede resaltar el excesivo apego a los
padres y al momento de entrar a la escuela, en las edades tempranas, propicia
en los niños miedo y ansiedad al alejarlo del núcleo familiar, pues no se les
enseña a ser independientes, a realizar actividades y labores por ellos mismos,
se les sobreprotege y no se les fomenta el desarrollo de habilidades y
competencias para valerse por sí mismos y enfrentarse al entorno escolar.
Sin embargo Jadue
(2002) resalta que la falta de una adecuada competencia emocional y social, que
es la habilidad para comprender, manejar y expresar los aspectos emocionales de
nuestra propia vida para ser capaces de manejar las tareas cotidianas como el
aprender, entablar relaciones interpersonales y sociales, así como resolver los
problemas de cada día y adaptarse a las complejas demandas del crecimiento y
desarrollo mismo del niño y del adolescente, propicia choques con todo el
entorno escolar y social del sujeto y no se tendrá el éxito esperado en sus
interacciones interpersonales y propiciará deficiencias en sus actividades
cognitivas y sociales.
En edades
posteriores, las problemáticas emocionales y psicológicas más frecuentes siguen
siendo la baja autoestima, el deficiente desarrollo de la personalidad, de la
identidad, que muchas veces se agudizan por las agresiones o el llamado
“bullying”, dirigidos principalmente a los alumnos más débiles o retraídos,
agravando su estadío emocional, hasta el grado de propiciar que los estudiantes
afectados se nieguen a asistir a la escuela para evitar más agresiones, burlas
y presiones de sus compañeros, incluso no sólo propicia ausentismo y deserción
escolar, sino también depresión y gran riesgo de llevar a estos adolescentes al
suicidio.
Asimismo, entre las
causas derivadas de la mente del individuo que generan la deserción, podemos
mencionar el déficit cognitivo de muchas personas que les impiden llegar hasta cierto nivel de aprendizaje y
retención de información, lo que genera sentimientos de decepción, baja
autoestima y sensación de impotencia, lo que provoca que el alumno opte por
realizar otras actividades en las que se sienta más a gusto.
En la actualidad, los
investigadores creen que para gozarde un rendimiento cognitivo en su total
potencial es necesario considerar conjuntamente los aspectos emocionales,
motivacionales y volitivos del pensamiento, pues señalan que las alteraciones
en las habilidades sociales, inseparables del desarrollo emocional, afectan la
conducta y el aprendizaje en la escuela, lo que se traduce en bajo rendimiento y,
por ende, en riesgos de fracaso y deserción escolar.
Jadue (2002) insiste
que con una instrucción pobremente diseñada, sin estrategias de enseñanza
adecuadas y bien estructuradas, sin instrucciones explícitas y certezas no se
podrá alcanzar el éxito en el aprendizaje.
“Dado que las
relaciones interpersonales y sociales positivas son un factor importante para
la permanencia de los estudiantes en la escuela, aunque tengan dificultades en
sus vidas, hace necesario que tanto docentes como alumnos aprendan a convivir
en la comunidad educativa, tanto con aquellos con éxito social y académico como
con los que presentan problemas en su rendimiento y en sus relaciones interpersonales
y sociales”, asienta la autora en su texto.
Por ello, concluye
que la debilidad en la competencia emocional es en parte responsable de la
intolerancia, la discriminación y la falta de apoyo de que son víctimas muchos de
estos alumnos problemáticos en la escuela debido a su comportamiento y
actitudes. Y en todos los ámbitos y diferentes países se observan cada vez con
mayor frecuencia en algunos estudiantes signos claros de alteraciones
emocionales provocadas por las demandas cada vez más crecientes de la vida
cotidiana.
El uso correcto de la
dimensión afectiva por parte del profesor y de la institución escolar
constituye la clave para el manejo de las alteraciones emocionales,
conductuales y del aprendizaje y una forma de atender a las distintas necesidades
educativas de los alumnos, transformando así paulatinamente las escuelas en un
entorno social en el que todos los alumnos, con sus características muy
particulares, tengan las mismas oportunidades de progresar, con lo que cual
quedarán satisfechos los objetivos de mejorar la calidad de la enseñanza, que a
su vez derivará en la reducción de los índices de reprobación y deserción
escolar.
Sin embargo, los
factores psicológicos no son determinantes para propiciar la deserción escolar
en la mayoría de los casos, también está el factor económico, que tiene gran
peso como causante de la problemática.
FACTORES
ECONÓMICOS
La pobreza, el
desempleo, la falta de recursos en general influyen de gran manera en el
bienestar de muchas familias y principalmente llegan a afectar la educación de los hijos.
Muchas veces los
padres no pueden sostener los estudios de sus hijos, como la compra de útiles
escolares, uniformes, zapatos, etc., y mucho menos si son varios. Y aunque la
educación es gratuita, su pobreza incluso les impide pagar las llamadas “cuotas
voluntarias” que exigen en algunas, pues de no cubrirlas, no les admiten a sus
hijos en la misma, digan lo que digan las autoridades, esta situación se da de
forma generalizada cada inicio de curso y hay familias en las que ni siquiera
tienen para pagar esta mínima cantidad, pues apenas les alcanza para comer.
La grave situación
por la que atraviesan muchas familias, les obliga a veces a que sus propios
hijos los ayuden a mantener el hogar buscando otras fuentes de ingresos. Por lo
cual, muchas veces los niños y adolescentes se inician en el mundo laboral, en
el que son explotados.
En enero de 2010, el
periódico La Jornada, en una nota destacó información proporcionada por la
propia Secretaría de Educación Pública (SEP), que admitía que en ese año había
cerca de 10 millones de jóvenes en edad de asistir al nivel preparatoria y a la
universidad en nuestro país y que no lo hicieron por falta de recursos
económicos para continuar con sus estudios, ya sea porque truncaron su
educación a temprana edad o algunos de ellos porque no quisieron continuarla.
Ante la problemática,
la Subsecretaría de Educación Media Superior (SEMS) admitió que la deserción
escolar, que ha sido el talón de Aquiles en este sistema, pues se sitúa en 13
por ciento, luego de que en 2006 alcanzó 17 por ciento.
El informe continuó
que en el sector de jóvenes de 16 a 18 años de edad, poco más de 35 por ciento frustró
sus estudios en educación básica y menos de 5 por ciento asiste ya sea a la
primaria o a la secundaria para concluir con los estudios mínimos, según
estadísticas de la Subsecretaría de Educación Superior (SES).
Entre lo referente a
los jóvenes de 19 a 23 años en edad que deberían acudir al nivel profesional,
estos ascienden a cerca de 10 millones. La gran mayoría de ellos, 75 por
ciento, que representan 7.5 millones de jóvenes, no acude a una institución de
estudios superiores. Lo anterior obedece, entre otras causas, a que no
terminaron la primaria, la secundaria o la preparatoria o incluso, si
concluyeron esta última, no continuaron adelante, según la SES.
Con base en la
encuesta más reciente del Instituto Mexicano de la Juventud hay dos razones
principales por la que los jóvenes abandonan sus estudios: la escasez de
recursos o porque no desean continuar su enseñanza, señala el periódico.
Por su parte, la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en un
informe especial sobre la educación en el mundo, emitido en el 2012, señaló que
en México, sólo cuatro de cada diez jóvenes que ingresan al bachillerato logran
concluirlo, pues seis de estos abandonaron los estudios voluntariamente o por
índices de reprobación ante el bajo aprovechamiento.
Al respecto, de
acuerdo con evaluaciones nacionales e internacionales, los egresados de este
nivel de estudios cuentan con conocimientos elementales o insuficientes.
Asimismo, según
cifras de la Secretaría de Educación Pública (SEP), cada año 1 millón 454 mil
jóvenes frustran su transición de la Educación Media Superior (EMS) a la
Universidad, esta barrera escolar afecta principalmente a las mujeres.
Se insiste que el
abandono de los estudios encuentra sus causas en la falta de recursos
económicos, aunque la solvencia económica no es el factor decisivo para una
educación de calidad y una educación deficiente al menos en este nivel
académico.
FACTORES
POLÍTICOS
Aquí entra en juego
la falta de voluntad de las autoridades, de los gobiernos, principalmente el
federal, en cada transición sexenal, se aplican nuevas reformas cambios en el
sistema educativo, que genera diversas problemáticas y conflictos laborales,
magisteriales, cambios y reformas educativas no consensadas, como lo que se
está viviendo actualmente, ello propicia paros laborales, manifestaciones,
plantones, marchas que alteran el ritmo de trabajo en las escuelas, se
interrumpen las clases.
Es necesario ahondar,
analizar si realmente son necesarios los cambios cada sexenio. ¿Por qué se no
se gestiona una reforma educativa definitiva? ¿Son necesarios tantos cambios
para ver qué estrategia de enseñanza es mejor? La respuesta tal vez sea sí,
porque el mundo, el entorno social y económico cambia constantemente, al igual
que las necesidades de la población, de las nuevas generaciones, la llegada de
más tecnología, a la que la educación debe adaptarse.
Pero este caso, hay
que buscar las formas apropiadas para aplicar las reformas, que sean
consensadas con todos los actores, que no se planeen y apliquen de forma unilateral,
pues eso es lo que genera descontento. Las reformas educativas se hacen desde
los escritorios de las autoridades y reformadores, y no desde las escuelas,
donde se observan y se viven día a día las circunstancias, factores,
necesidades, intereses que requiere el sistema educativo para mejorar la
calidad de la enseñanza.
Hace falta visión y
voluntad política para mejorar la educación, no es aplicando estrategias
exitosas en otros lados, para ver si funciona o pega en nuestro país, pues la cultura, el niveles de bienestar, las
costumbres y la forma de pensar son distintas, sumado a que la infraestructura
escolar, el equipo, las herramientas de trabajo, son muchos mejores en otros
países a los que se pretende copiar sus sistemas de enseñanza.
Hay quien señaló que
el fenómeno de la deserción escolar es una problemática que se deja pasar, a
sabiendas de que es un círculo vicioso, con el fin de que persista en nuestro
país la pobreza, la ignorancia y la desigualdad, en el peor de los casos, esta
sería una verdad muy cruda y triste.
FACTORES
SOCIALES
Los principales
factores que afectan e inciden en la deserción escolar es la desintegración y
violencia intrafamiliar, la delincuencia, el pandillerismo, la drogadicción, el
entorno social en que se desenvuelven los estudiantes fuera de las escuelas, la
desigualdad social que no les permite acceder a la educación y porque los
padres no cuentan con recursos para poder seguir sosteniendo los gastos que
conlleva su educación, principalmente en alimento, transporte, útiles escolares
y demás.
En lo que se refiere
a la delincuencia, el pandillerismo y la drogadicción, prácticamente van de la
mano, pues fuera de las escuelas y el hogar, muchas veces los adolescentes se
reúnen con este tipo de grupos sociales, formados por jóvenes con problemas de
adaptación social, sin orientación familiar y que se dedican a consumir
estupefacientes, asaltar, realizar actos de vandalismo y que finalmente, por la
convivencia, por seguir las normas y sentirse incluidos e identificados y
aceptados, falsamente, siguen los mismos pasos y terminando abandonando sus
estudios, pese a la desaprobación de sus padres.
En las escuelas, en
las juntas periódicos se insiste a los padres de familia que observen a sus
hijos cuando no están en el plantel, los amigos con los que andan, incluso con
quienes chatean y se comunican a través del internet por medio de las redes
sociales, pues muchas veces, estas actividades fuera de la escuela y del hogar
es lo que propicia los cambios de conducta negativos, por seguir el estilo de
vida de otros, por el sentido de pertenencia, o por moda. Por ello es
importante la comunicación en la familia, estar atentos a las necesidades e
intereses de los adolescentes, pues están en una transición hacia la madurez,
donde las emociones y trastornos psicológicos se puede agravar, de no atenderse
a tiempo.
La baja autoestima y
la depresión son trastornos que afectan a muchos jóvenes y pueden afectar su
desempeño escolar, llevarlos no sólo al abandono de sus estudios, sino también
a afectar su integridad física como una manera de rebeldía y llamar la atención
y finalmente, conducirlos a la muerte.
La desigualdad social
es un factor que marcadamente influye en el abandono de los estudios. En este
2013, el periódico Milenio publicó que en México treinta y dos millones de
adultos de la población no han terminado la educación básica, es decir el 38 por
ciento mayores de 15 años, según informes proporcionados por Gustavo Maldonado,
director de la asociación Fondo para la Paz.
Se asentó que en el
país todavía hay 5 millones de analfabetas, que no saben leer ni escribir,
sobre todo en las poblaciones indígenas. “Un niño indígena entre seis y 14 años
tiene el doble de posibilidades de no asistir a una escuela, que un niño no
indígena”, dijo Maldonado.
Por su parte, en la
misma nota, José Luis Gutiérrez Espíndola, director general de Educación por
los Derechos Humanos, aseguró 10 por ciento de la población más rica completa
en promedio 12 grados académicos, mientras que la población más pobre sólo
alcanza dos, lo que permite ver la amplia diferencia que propicia la
desigualdad social en nuestro país.
En el mismo tenor, el
periódico Excélsior, en julio y enero de este mismo año, informó en dos
ocasiones sobre esta problemática, resaltando que en nuestro país, cada hora,
en promedio, 74 jóvenes abandonan el bachillerato, realidad ante la cual la
Secretaría de Educación Pública (SEP) impulsó una beca contra la deserción escolar
en el presente ciclo escolar.
“Hoy la SEP reconoce
que anualmente cerca de 650 mil jóvenes abandonan el bachillerato,
prácticamente mil 800 a diario, y de
ellos, dos de cada tres lo hacen en el primer año, es decir apenas en el primer
o segundo semestre”, señaló el rotativo en su versión online.
Según las
estadísticas, un joven proveniente de los hogares más prósperos tiene una
probabilidad tres veces mayor de estudiar el bachillerato que un joven del
estrato más desfavorecido y además tiene un riesgo tres veces menor de
abandonar la escuela.
En total, entre los
ciclos escolares 2000-2001 y el 2010-2011, más de 6.5 millones de adolescentes dejaron
la escuela; y de acuerdo con el módulo especial de la Encuesta Nacional de
Ocupación y Empleo, en relativo a la
educación media superior, más de 52 por ciento de ellos lo hicieron por
dificultades económicas en sus hogares; mientras que un 23 por ciento dejó la
escuela por embarazo, matrimonio o unión libre.
No menos importante
es la inequidad de géneros, pues aunque en menor porcentaje, aún se observan casos
en comunidades, donde las familias no ven con agrado con las mujeres estudien.
Por ello, la misma
pobreza y la ignorancia en las familias, las tradiciones y costumbres de muchos
pueblos, que le restan importancia a la educación propician que muchos niños y
jóvenes no acudan a las escuelas y sean utilizados en las labores del hogar o
ayuden en el trabajo de los padres, ya sea en el campo o en otros oficios.
Hoy en día podemos
ver niños en la calle trabajando, abandonados por su familia o que permiten que
no estudian para que salgan a la calle a conseguir dinero, con el riesgo de que
caigan en la drogadicción, sean abusados laboral e incluso sexualmente a edades
tempranas, así como sufrir daños a su integridad por algún accidente por andar
en la calle vendiendo algún producto o por trabajar de limpiaparabrisas en los
cruceros de semáforos.
En Campeche, el sistema
para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) estatal, con apoyo de los
municipales, se encargó de atender a esta población infantil, hablar con sus
familias y apoyarlas y, si no tenían, se hizo cargo de estos adolescentes en
albergues especiales, donde se les brinda, comida, educación y cobijo. Pero el
trabajo infantil en muchos otros lugares para ayudar en sus casas aún persiste
por la misma pobreza.
A estas situaciones
de trabajo laboral infantil y juvenil se suman otros factores sociales como los
embarazos no deseados, los matrimonios entre adolescentes, entre otros, que
propician que los jóvenes abandonen las escuelas para trabajar y mantener a su
nueva familia. Sin embargo, hay casos en los que los padres apoyan a sus hijos
para que sigan estudiando y no dejen la escuela, en el mejor de los panoramas,
aunque no es algo generalizado.
FACTOR
PERSONAL
En este apartado, los
factores personales influyen sobre manera en el abandono de los estudios,
principalmente en el nivel universitario, pues en muchas ocasiones las aspiraciones
personales, metas, objetivos son otros y por presiones familiares, muchos
jóvenes entran a una carrera que no les agrada y finalmente terminan
abandonándola y comienza a trabajar, aunque hay quienes sí buscan estudiar la
que ellos consideran apropiada para sus habilidades e intereses.
Sobre este factor, el
periódico La Jornada, en junio de 2013, publicó un artículo de Laura Poy
Solano, en el que retomaba el análisis de la OCDE. En esta nota señala que México
ocupó el primer lugar en el número de desertores escolares de 15 a 18 años, el
último en el que los jóvenes tienen la expectativa de terminar el bachillerato
y la universidad y ratificó el tercer lugar entre las naciones con mayor
población juvenil que no estudia ni trabaja, con 7 millones 337 mil 520,
condiciones que fueron calificadas por la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE) de un drama y algo brutal, porque existe una falla
estructural.
El organismo
internacional explicó que existe todo un conjunto de factores, entre ellos las
condiciones socioeconómicas, laborales y de valoración de la educación por
parte de las familias, por lo que consideró necesario impulsar programas de
apoyos y becas para que los jóvenes de escasos recursos no dejen de estudiar,
pues de lo contrario sólo llegan las malas noticias: tienen menos aspiraciones,
menores posibilidades de tener mejores trabajos, remuneraciones y de crecer en
su proyección laboral.
En Campeche se tienen
programas específicos, por parte de organizaciones que brindan becas a
estudiantes en prácticamente todos los niveles, con el fin de que continúen sus
estudios y se apoye a sus familias económicamente, incluso pagan maestrías y
posgrados fuera del país, lo que contribuye a mejorar la eficiencia terminal y
la profesionalización de los estudiantes campechanos. Sin embargo, aunque con
menos recursos, universidades también otorgan becas a los estudiantes bajo
ciertas condiciones, pero es necesario incrementar los recursos para este
rubro.
Algo lamentable y que
resaltó la OCDE es que en México, los llamados ninis (jóvenes que no estudian
ni trabajan) alcanzan el 24.7 por ciento de los jóvenes de 15 a 29 años (es
decir, 89 mil más que en 2010), porcentaje que se ha mantenido relativamente
estable durante más de una década, lo que significa que a pesar de las reformas
educativas, la falla estructural persiste y se manifiesta como la verdadera raíz
del problema en nuestro sistema educativo.
Al final, determino
por coincidencias de los entrevistas, que la deserción escolar en estos casos,
en la mayoría de las veces, era de índole personal, porque los jóvenes
consideraban que no contaban con la capacidad para continuar la carrera, se les
hacía difícil, no era lo que esperaban o porque simplemente se matricularon por
presiones familiares, pero no pudieron continuar, porque no les pareció
apropiada a sus intereses.
Posteriormente, hubo
jóvenes ingresaron a la carrera de su agrado o simplemente abandonaron sus
estudios para entrar al mundo laboral. Esto es lo que sucede conmúnmente en
todo el país.
Otro factor que
propicia la decisión personal de los jóvenes a abandonar los estudios es la
falta de empleo en el campo laboral de la carrera que cursan. Esto porque es
común observar que muchos jóvenes terminan sus estudios y no encuentran trabajo
para aplicar sus estudios y terminan en centros laborales, donde son explotados,
como supermercados, empresas privadas de comercio, como vendedores, agentes de
ventas, incluso de choferes, recepcionistas y encargados de mostrador.
Esta situación
desanima por completo a las nuevas generaciones que se preguntan: “¿Para qué
estudio una carrera, una licenciatura?” si va a terminar trabajando en un
supermercado, porque no hay fuentes de empleo en el campo laboral de su
profesión. Lamentablemente esta situación se ve a diario y es una de las
principales causas de deserción, para que perder tiempo estudiando una carrera
que finalmente no ejercerán.
CONSECUENCIAS
Entre las principales
consecuencias de la deserción escolar, son los recursos desperdiciados por la
baja eficiencia terminal de los alumnos que inician sus estudios de primaria, secundaria,
preparatoria y que no logran terminar una carrera.
La mayoría de los que
no concluyen sus estudios terminan trabajando de empleados ya sea en el sector
público o privado en labores que no exigen mayor conocimiento, por sueldos
bajos, que apenas les alcanzan para mantener a su familia y, por ende, se ven
en la necesidad de buscar otras fuentes de empleo alternas.
Otra consecuencia es
que al no concluir estudios superiores, los jóvenes ingresan al campo laboral
sin conocimientos apropiados, como para competir con otros jóvenes de países
más desarrollados y con mejor preparación. México se encuentra en los últimos
lugares en este rubro.
También la
delincuencia es otra consecuencia de la deserción escolar, derivada de la
pobreza, pues ante la falta de empleo, muchos de estos jóvenes se dedican a la
delincuencia, ingresan al crimen organizado, al no encontrar fuentes de empleo,
y terminan en actividades como tráfico de drogas, robos, prostitución,
contrabando, entre otras actividades ilícitas.
Lo peor que puede
suceder con estas consecuencias es que las generaciones venideras repitan los
pasos de las actuales, gracias al ejemplo que reciben de sus padres, con lo que
continúa creciendo el círculo vicioso de la ignorancia, desigualdad, pobreza y
delincuencia.
Para terminar, me
gustaría hacer mención por última instancia acerca de los niños, adolescentes y
jóvenes que no tienen el alcance de la educación, y con esto me refiero a que
no tienen familia y en algunos casos que viven en las calles; es claro que no
se va a cambiar esta situación de un día para otro, pero considero que deberían
de fundar asociaciones donde estos jóvenes puedan asistir y que se les impartan
conocimientos básicos, incluso si se pudiese ir en ascenso para que puedan
tener oportunidades futuras en el campo laboral. También, cada uno de nosotros
como alumnos, no debemos de desperdiciar las oportunidades que nuestros padres
nos brindan, porque no todos tienen el privilegio de poder asistir y graduarse
de una institución escolar como quisieran.
Referencias
bibliográficas:
Factores
psicológicos que predisponen al bajo rendimiento, al fracaso y a la deserción
escolar; ensaño de la Prof. Gladys Jadue J., Estudios Pedagógicos 2002; La
deserción escolar universitaria, Carlos Antonio Quintero Macías.
La
deserción escolar universitaria, un sinfín de causalidades y algunas propuestas
de solución, Carlos Antonio Quintero Macías, enero-junio de 2007.
Periódico
La Jornada, 10 millones de jóvenes no estudian en México, Lunes 4 de enero de
2010, p. 31.
Periódico
Excelsior, julio-agosto 2013. Deserción escolar en México.
La
Jornada, junio de 2013, Laura Poy Solano, art. “México, primer lugar en
deserción escolar de 15 a 18 años: OCDE”.
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