viernes, 15 de noviembre de 2013

Deserción escolar




Factores que influyen en la deserción escolar.


Por: Silvia Talango Escalante.

1° B Licenciatura en Psicología.

Universidad Autónoma de Campeche.
 
REF: Act012_PsicoB_Talango
 
 
La deserción escolar y en especial el abandono universitario es un problema social, económico, psicológico e incluso político, ya que es un mal que afecta al desarrollo de un país en todas sus vertientes, pues las estadísticas nos muestran que sólo el 25 por ciento de los jóvenes en edad que cursar una carrera ingresa al sistema universitario, lo cual indica una severa falta de aprovechamiento de los recursos educativos por parte de los futuros adultos y miembros de la sociedad.
En el presente ensayo se tratará de ahondar en las causas o factores que inducen la deserción escolar en los distintos ámbitos de la organización de una sociedad, las circunstancias y el entorno tanto escolar, como familiar, así como se estudiarán las consecuencias que este fenómeno trae a la sociedad y al individuo mismo en su desarrollo como ser funcional y productivo en el mundo actual.
Para empezar, es necesario aclarar el concepto de deserción escolar, pues hay una amplia variedad de definiciones por parte de los autores que investigan la problemática y es necesario establecer una generalizada que a defina a grandes rasgos lo qué es.
La más sencilla señala que la deserción es la acción de desertar, que etimológicamente proviene del latín “desertare”, o sea, abandonar o separarse de las obligaciones, responsabilidades o actividades que se solía realizar con frecuencia de forma libre o comprometida, en este caso al unirse con la palabra escolar, hace referencia a aquellos alumnos que dejan de asistir a sus clases, las abandonan después de haber sido matriculados y quedan fuera del sistema educativo, por lo cual no concluirán el grado o nivel de estudio respectivo, lo cual se presenta por uno o más factores o circunstancias diversos que tienen su posible origen tanto en la escuela, como en el hogar o en el entorno social y económico en el que se desenvuelve el estudiante.
Lo anterior desde el punto de vista general es simple, pero no por ello menos grave, la fuga de alumnos de una institución escolar, mientras que desde el punto de vista educativo es un fenómeno psico-social que se observa por el cambio de conducta de determinados alumnos que deriva en el abandono de las actividades escolares por diversas circunstancias internas o externas al plantel.
Por su parte, en su estudio de la deserción escolar universitaria en Colima, el investigador Carlos Antonio Quintero Macías señala una definición de este fenómeno como la no inscripción de un alumno de nivel medio superior, carrera o nivel de posgrado en las fechas correspondientes al plan de estudios de su edad, ni tampoco se inscribe en períodos ya cursados, concordando totalmente con lo expuesto por Milena Covo (1989) en su estudio “Reflexión sobre la deserción universitaria en México”.
Desde el punto de vista psicopedagógico, la deserción escolar es un problema educativo que afecta al desarrollo de la sociedad, tanto social como económicamente y se da principalmente por falta de recursos económicos y por conflictos en el núcleo familiar.
Por ello, en definitiva, la deserción escolar o universitaria es el abandono de los estudios correspondientes ya iniciado el curso o la no matriculación al nivel siguiente respectivo e inmediato al recién concluido de forma definitiva por factores psicológicos, emocionales, sociales, económicos, políticos o personales.
Sin embargo, es necesario aclarar que este fenómeno es distinto a otros problemas que se suscitan en el ámbito escolar, como rezago y ausentismo escolar, no menos importantes y que de igual forma afectan el rendimiento, la eficiencia y la eficacia de las instituciones escolares, aunque sin lugar a dudas, los índices de estos fenómenos dejan entrever una gran falla estructural dentro del sistema educativo de nuestro país, como lo ha señalado la OCDE en un estudio reciente.
En tanto, entre las características principales, no tanto del fenómeno de la deserción escolar, sino del individuo desertor, puedo señalar la autoestima, la repitencia, la accesibilidad a los centros educacionales, las presiones tanto escolares como familiares, la “tradición”, los factores culturales, y aunque no es deseada, casi siempre es voluntaria la deserción.
La autoestima radica en que muchos jóvenes se autoevalúan, analizan sus capacidades  y habilidades y no se sienten seguras de ellas para cumplir los requerimientos para concluir sus estudios.
La repitencia, debido al bajo rendimiento y deficiente aprendizaje, es otro factor que deriva finalmente en la deserción definitiva. En tanto, la accesibilidad a los centros educacionales, si bien no es un factor determinante por la distancia que en muchos pueblos alejados de las escuelas impida que los jóvenes cursen sus estudios, muchas veces afecta el ánimo de estos.
También destaca las presiones escolares y familiares en los estudiantes, quienes muchas veces sienten que no pueden cumplir con las expectativas que les han impuesto los adultos, esto puede ir de la mano con la “tradición”, ya que muchos jóvenes siguen los pasos de sus padres u otros familiares y se sienten más capaces ejerciendo algún oficio o trabajo que estudiando.
¿Quién no conoce a alguien, amigo, familiar o conocido que haya dejado los estudios porque prefiere trabajar en vez de pasarse más de seis horas en clase y haciendo tareas? Y al preguntarles el porqué de su decisión simplemente responden: “Porque mi papá –u otro pariente- no estudió, tiene un buen trabajo y gana bien”.
Finalmente el aspecto cultura, aunque no es una característica general –y ninguna lo es- si se cuentan casos, principalmente en comunidades rurales, donde la cultura y tradiciones son otras y los padres de familia prefieren ver a sus hijas adolescentes casadas, madres y amas de casa, en vez de que asistan a una escuela, estudien una carrera y se alejen del hogar al irse a otros lados a continuar sus estudios y trabajar en alguna dependencia, empresa o corporativo, dejando atrás las costumbres familiares. Aún en la actualidad se dan casos, aunque cada vez menos afortunadamente, pues el número de mujeres que estudian y terminan una carrera va en aumento.
Para abundar más en el tema, analizaré con más detalle los diferentes factores que pueden influir para que el cambio conductual y actitudinal de un alumno en el entorno escolar derive en la deserción o abandono definitivo o parcial de sus estudios, principalmente el psicológico, el económico, el político, el social y no menos importante, el personal, y posteriormente, las consecuencias que derivan de esta problemática tanto para el mismo individuo, como para su núcleo familiar y la sociedad en general.
FACTORES PSICOLÓGICOS
Los problemas psico-emocionales de muchos alumnos, incluso desde los niveles básicos, si no son tratados a tiempo y de forma adecuada, se agravan con el tiempo en el niño y posterior adolescente y derivan en diferentes problemas, como problemas de conducta antisocial, como agresividad, drogadicción, ausentismo, bajo rendimiento escolar, repetición y deserción escolar.
En su estudio sobre los factores psicológicos que propician bajo rendimiento y deserción escolar, Gladys Jadue (2002) -el cual aunque está enfocado a planteles de Chile, a grandes rasgos, los factores que propician la problemática en análisis son los mismos- señala que muchas escuelas tienen una enseñanza estructurada en ciertos parámetros para atender a niños considerados del rango de lo normal, por lo cual, aquellos alumnos que se “desvían” de esos estándares, son puestos en una posición de niños o adolescentes problemáticos. Sin embargo, la autora aclara que esta etiqueta de “riesgo” no significa que el niño o adolescente sufra de cierto nivel de retraso o alguna incapacidad intelectual, refiere a que el sujeto tiene características ya sea psicológicas, familiares o sociales que lo predispone para sufrir experiencias de bajo rendimiento, ausentismo, problemas conductuales y actitudinales, así como fracaso escolar.
Estos niños o adolescentes se ven rodeados por factores negativos propios como son déficit del aprendizaje, cognitivos o del lenguaje, escasas habilidades sociales o problemas emocionales y conductuales que traen consigo por situaciones familiares o por el medio en el que se rodean, como son los grupos juveniles con que se reúnen, ya sea pandillas y delincuentes y las manifiestan en el centro escolar y hacia sus demás compañeros.
Al detectar estas escuelas a niños “problemáticos” o de riesgo que se alejan del considerado “promedio” se genera una reacción negativa, pues muchas veces no se cuenta con las estrategias adecuadas para atenderlos.
Mientras tanto, los factores negativos propios de la escuela y que inciden en el alumnos “en riesgo” destacan: los prejuicios que denotan directivos, administrativos y maestros hacia estos estudiantes, además de la inhabilidad de modificar el currículo para hacerlo más flexible y atender a todos los alumnos y sus propias circunstancias, así como falta de recursos, estrategias adecuadas de enseñanza, el ambiente escolar y los valores de todo el sistema educativo.
Como se dijo líneas arriba, muchos de estos alumnos con este tipo de características “de riesgo” si no son tratados de forma adecuada por las escuelas, no sólo resentirán consecuencias para ellos mismos, como bajo rendimiento y deserción escolar, sino también su comportamiento se refleja entre sus compañeros y en especial en los maestros, quienes se ven rebasados por la conductas disruptivas de estos niños o adolescentes y se sienten abrumados y pueden incluso caer en la desesperación y la frustración, por lo que la conducta negativa afecta la capacidad del mentor para enseñar y de sus demás compañeros para aprender.
Los problemas conductuales de estos alumnos pueden no ser generalizados para todas sus clases, ya que puede comportarse de forma negativa con un profesor y en la siguiente clase no hacerlo. Pero es innegable que la conducta negativa de estos alumnos afecta tanto a directivos, maestros, compañeros, padres de familia e, incluso sus propios hermanos, generando frustración por su lento aprendizaje, rezago y bajo rendimiento en sus padres, mientras a sus congéneres por el hecho de recibir atención ante la preocupación paternal y ser relegados a un segundo plano.
En su trabajo, Jadue (2002) hace referencia a dos tipos generales de características o conductas de niños con problemas que engloban a la diversidad de trastornos de estudios provenientes de Jenkins y Oatley, 1998, y Mahoney, 1997), que son: trastornos o desórdenes de interiorización, sobrecontrol o ansiedad/retraimiento, que se observan en ansiedad, timidez, retraimiento, sentimientos de culpa, déficit en la inhibición de la agresión, excesiva tristeza e, incluso, depresión. Mientras la otra categoría engloba los trastornos o desórdenes de exteriorización, de infracontrol o disocial, que incluye conductas como pataletas, desobediencia, destructividad y pérdida de control de las emociones, rabia, irritabilidad, impulsividad y explosión emocional.
Por lo anterior, es necesario que cuando se detecta a un niño con “riesgos conductuales” se determina si se trata de problemas psicomotrices, fisiológicos o son trastornos o alteraciones emocionales, que requieren un tratamiento específico y no dejarlos pasar.
Muchas instituciones se hacen de “la vista gorda” cuando aparecen este tipo de niños de “riesgo”, con conductas agresivas, desobedientes, impulsivas, pues el aceptar que hay un problema en la institución, así como en el manejo de estos alumnos, sería como admitir que no tienen la capacidad para tratar a estos alumnos o que existen fallas en su sistema organizacional e inadecuadas estrategias de enseñanza.
La característica común de los estudiantes con problemas emocionales conductuales y sociales que presentan déficit en la socialización, baja autoestima, dependencia, sensación de soledad, conducta disruptiva, hiperactividad, distracciones, entre otras, es el bajo rendimiento escolar, el cual, de no atenderse debidamente, puede derivar finalmente en la deserción del alumno, en el abandono de las actividades educativas, pues su propia conducta genera rechazo, discriminación, aversión, apatía y desinterés por parte de sus mismos compañeros, maestros y directivos.
Los alumnos con dificultad para aprender en edades tempranas por lo general tienen dificultades en las habilidades de socialización con sus compañeros, conductas agresivas, baja autoestima y deficiente control de las emociones, hostilidad, así como ansiedad y depresión.
Muchas de las causas de estos problemas pueden ser, como ya se mencionó, de origen psico-fisiológico, pero también de índole emocional por la deficiente educación en sus hogares, por problemas de violencia intrafamiliar, así como problemas en dicho núcleo como alcoholismo, drogadicción, desinterés, desintegración, apatía y falta de atención del menor o adolescente. Por ello, la autora resalta que esta problemática psicológica de los alumnos que presenten problemas de rendimiento escolar y conductuales no debe pasarse por alto, al contrario.
Al referirse a los problemas de educación en la familia, se puede resaltar el excesivo apego a los padres y al momento de entrar a la escuela, en las edades tempranas, propicia en los niños miedo y ansiedad al alejarlo del núcleo familiar, pues no se les enseña a ser independientes, a realizar actividades y labores por ellos mismos, se les sobreprotege y no se les fomenta el desarrollo de habilidades y competencias para valerse por sí mismos y enfrentarse al entorno escolar.
Sin embargo Jadue (2002) resalta que la falta de una adecuada competencia emocional y social, que es la habilidad para comprender, manejar y expresar los aspectos emocionales de nuestra propia vida para ser capaces de manejar las tareas cotidianas como el aprender, entablar relaciones interpersonales y sociales, así como resolver los problemas de cada día y adaptarse a las complejas demandas del crecimiento y desarrollo mismo del niño y del adolescente, propicia choques con todo el entorno escolar y social del sujeto y no se tendrá el éxito esperado en sus interacciones interpersonales y propiciará deficiencias en sus actividades cognitivas y sociales.
En edades posteriores, las problemáticas emocionales y psicológicas más frecuentes siguen siendo la baja autoestima, el deficiente desarrollo de la personalidad, de la identidad, que muchas veces se agudizan por las agresiones o el llamado “bullying”, dirigidos principalmente a los alumnos más débiles o retraídos, agravando su estadío emocional, hasta el grado de propiciar que los estudiantes afectados se nieguen a asistir a la escuela para evitar más agresiones, burlas y presiones de sus compañeros, incluso no sólo propicia ausentismo y deserción escolar, sino también depresión y gran riesgo de llevar a estos adolescentes al suicidio.
Asimismo, entre las causas derivadas de la mente del individuo que generan la deserción, podemos mencionar el déficit cognitivo de muchas personas que les impiden  llegar hasta cierto nivel de aprendizaje y retención de información, lo que genera sentimientos de decepción, baja autoestima y sensación de impotencia, lo que provoca que el alumno opte por realizar otras actividades en las que se sienta más a gusto.
En la actualidad, los investigadores creen que para gozarde un rendimiento cognitivo en su total potencial es necesario considerar conjuntamente los aspectos emocionales, motivacionales y volitivos del pensamiento, pues señalan que las alteraciones en las habilidades sociales, inseparables del desarrollo emocional, afectan la conducta y el aprendizaje en la escuela, lo que se traduce en bajo rendimiento y, por ende, en riesgos de fracaso y deserción escolar.
Jadue (2002) insiste que con una instrucción pobremente diseñada, sin estrategias de enseñanza adecuadas y bien estructuradas, sin instrucciones explícitas y certezas no se podrá alcanzar el éxito en el aprendizaje.
“Dado que las relaciones interpersonales y sociales positivas son un factor importante para la permanencia de los estudiantes en la escuela, aunque tengan dificultades en sus vidas, hace necesario que tanto docentes como alumnos aprendan a convivir en la comunidad educativa, tanto con aquellos con éxito social y académico como con los que presentan problemas en su rendimiento y en sus relaciones interpersonales y sociales”, asienta la autora en su texto.
Por ello, concluye que la debilidad en la competencia emocional es en parte responsable de la intolerancia, la discriminación y la falta de apoyo de que son víctimas muchos de estos alumnos problemáticos en la escuela debido a su comportamiento y actitudes. Y en todos los ámbitos y diferentes países se observan cada vez con mayor frecuencia en algunos estudiantes signos claros de alteraciones emocionales provocadas por las demandas cada vez más crecientes de la vida cotidiana.
El uso correcto de la dimensión afectiva por parte del profesor y de la institución escolar constituye la clave para el manejo de las alteraciones emocionales, conductuales y del aprendizaje y una forma de atender a las distintas necesidades educativas de los alumnos, transformando así paulatinamente las escuelas en un entorno social en el que todos los alumnos, con sus características muy particulares, tengan las mismas oportunidades de progresar, con lo que cual quedarán satisfechos los objetivos de mejorar la calidad de la enseñanza, que a su vez derivará en la reducción de los índices de reprobación y deserción escolar.
Sin embargo, los factores psicológicos no son determinantes para propiciar la deserción escolar en la mayoría de los casos, también está el factor económico, que tiene gran peso como causante de la problemática.
FACTORES ECONÓMICOS
La pobreza, el desempleo, la falta de recursos en general influyen de gran manera en el bienestar de muchas familias y principalmente llegan  a afectar la educación de los hijos.
Muchas veces los padres no pueden sostener los estudios de sus hijos, como la compra de útiles escolares, uniformes, zapatos, etc., y mucho menos si son varios. Y aunque la educación es gratuita, su pobreza incluso les impide pagar las llamadas “cuotas voluntarias” que exigen en algunas, pues de no cubrirlas, no les admiten a sus hijos en la misma, digan lo que digan las autoridades, esta situación se da de forma generalizada cada inicio de curso y hay familias en las que ni siquiera tienen para pagar esta mínima cantidad, pues apenas les alcanza para comer.
La grave situación por la que atraviesan muchas familias, les obliga a veces a que sus propios hijos los ayuden a mantener el hogar buscando otras fuentes de ingresos. Por lo cual, muchas veces los niños y adolescentes se inician en el mundo laboral, en el que son explotados.
En enero de 2010, el periódico La Jornada, en una nota destacó información proporcionada por la propia Secretaría de Educación Pública (SEP), que admitía que en ese año había cerca de 10 millones de jóvenes en edad de asistir al nivel preparatoria y a la universidad en nuestro país y que no lo hicieron por falta de recursos económicos para continuar con sus estudios, ya sea porque truncaron su educación a temprana edad o algunos de ellos porque no quisieron continuarla.
Ante la problemática, la Subsecretaría de Educación Media Superior (SEMS) admitió que la deserción escolar, que ha sido el talón de Aquiles en este sistema, pues se sitúa en 13 por ciento, luego de que en 2006 alcanzó 17 por ciento.
El informe continuó que en el sector de jóvenes de 16 a 18 años de edad, poco más de 35 por ciento frustró sus estudios en educación básica y menos de 5 por ciento asiste ya sea a la primaria o a la secundaria para concluir con los estudios mínimos, según estadísticas de la Subsecretaría de Educación Superior (SES).
Entre lo referente a los jóvenes de 19 a 23 años en edad que deberían acudir al nivel profesional, estos ascienden a cerca de 10 millones. La gran mayoría de ellos, 75 por ciento, que representan 7.5 millones de jóvenes, no acude a una institución de estudios superiores. Lo anterior obedece, entre otras causas, a que no terminaron la primaria, la secundaria o la preparatoria o incluso, si concluyeron esta última, no continuaron adelante, según la SES.
Con base en la encuesta más reciente del Instituto Mexicano de la Juventud hay dos razones principales por la que los jóvenes abandonan sus estudios: la escasez de recursos o porque no desean continuar su enseñanza, señala el periódico.
Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en un informe especial sobre la educación en el mundo, emitido en el 2012, señaló que en México, sólo cuatro de cada diez jóvenes que ingresan al bachillerato logran concluirlo, pues seis de estos abandonaron los estudios voluntariamente o por índices de reprobación ante el bajo aprovechamiento.
Al respecto, de acuerdo con evaluaciones nacionales e internacionales, los egresados de este nivel de estudios cuentan con conocimientos elementales o insuficientes.
Asimismo, según cifras de la Secretaría de Educación Pública (SEP), cada año 1 millón 454 mil jóvenes frustran su transición de la Educación Media Superior (EMS) a la Universidad, esta barrera escolar afecta principalmente a las mujeres.
Se insiste que el abandono de los estudios encuentra sus causas en la falta de recursos económicos, aunque la solvencia económica no es el factor decisivo para una educación de calidad y una educación deficiente al menos en este nivel académico.
FACTORES POLÍTICOS
Aquí entra en juego la falta de voluntad de las autoridades, de los gobiernos, principalmente el federal, en cada transición sexenal, se aplican nuevas reformas cambios en el sistema educativo, que genera diversas problemáticas y conflictos laborales, magisteriales, cambios y reformas educativas no consensadas, como lo que se está viviendo actualmente, ello propicia paros laborales, manifestaciones, plantones, marchas que alteran el ritmo de trabajo en las escuelas, se interrumpen las clases.
Es necesario ahondar, analizar si realmente son necesarios los cambios cada sexenio. ¿Por qué se no se gestiona una reforma educativa definitiva? ¿Son necesarios tantos cambios para ver qué estrategia de enseñanza es mejor? La respuesta tal vez sea sí, porque el mundo, el entorno social y económico cambia constantemente, al igual que las necesidades de la población, de las nuevas generaciones, la llegada de más tecnología, a la que la educación debe adaptarse.
Pero este caso, hay que buscar las formas apropiadas para aplicar las reformas, que sean consensadas con todos los actores, que no se planeen y apliquen de forma unilateral, pues eso es lo que genera descontento. Las reformas educativas se hacen desde los escritorios de las autoridades y reformadores, y no desde las escuelas, donde se observan y se viven día a día las circunstancias, factores, necesidades, intereses que requiere el sistema educativo para mejorar la calidad de la enseñanza.
Hace falta visión y voluntad política para mejorar la educación, no es aplicando estrategias exitosas en otros lados, para ver si funciona o pega en nuestro país,  pues la cultura, el niveles de bienestar, las costumbres y la forma de pensar son distintas, sumado a que la infraestructura escolar, el equipo, las herramientas de trabajo, son muchos mejores en otros países a los que se pretende copiar sus sistemas de enseñanza.
Hay quien señaló que el fenómeno de la deserción escolar es una problemática que se deja pasar, a sabiendas de que es un círculo vicioso, con el fin de que persista en nuestro país la pobreza, la ignorancia y la desigualdad, en el peor de los casos, esta sería una verdad muy cruda y triste.
FACTORES SOCIALES
Los principales factores que afectan e inciden en la deserción escolar es la desintegración y violencia intrafamiliar, la delincuencia, el pandillerismo, la drogadicción, el entorno social en que se desenvuelven los estudiantes fuera de las escuelas, la desigualdad social que no les permite acceder a la educación y porque los padres no cuentan con recursos para poder seguir sosteniendo los gastos que conlleva su educación, principalmente en alimento, transporte, útiles escolares y demás.
En lo que se refiere a la delincuencia, el pandillerismo y la drogadicción, prácticamente van de la mano, pues fuera de las escuelas y el hogar, muchas veces los adolescentes se reúnen con este tipo de grupos sociales, formados por jóvenes con problemas de adaptación social, sin orientación familiar y que se dedican a consumir estupefacientes, asaltar, realizar actos de vandalismo y que finalmente, por la convivencia, por seguir las normas y sentirse incluidos e identificados y aceptados, falsamente, siguen los mismos pasos y terminando abandonando sus estudios, pese a la desaprobación de sus padres.
En las escuelas, en las juntas periódicos se insiste a los padres de familia que observen a sus hijos cuando no están en el plantel, los amigos con los que andan, incluso con quienes chatean y se comunican a través del internet por medio de las redes sociales, pues muchas veces, estas actividades fuera de la escuela y del hogar es lo que propicia los cambios de conducta negativos, por seguir el estilo de vida de otros, por el sentido de pertenencia, o por moda. Por ello es importante la comunicación en la familia, estar atentos a las necesidades e intereses de los adolescentes, pues están en una transición hacia la madurez, donde las emociones y trastornos psicológicos se puede agravar, de no atenderse a tiempo.
La baja autoestima y la depresión son trastornos que afectan a muchos jóvenes y pueden afectar su desempeño escolar, llevarlos no sólo al abandono de sus estudios, sino también a afectar su integridad física como una manera de rebeldía y llamar la atención y finalmente, conducirlos a la muerte.
La desigualdad social es un factor que marcadamente influye en el abandono de los estudios. En este 2013, el periódico Milenio publicó que en México treinta y dos millones de adultos de la población no han terminado la educación básica, es decir el 38 por ciento mayores de 15 años, según informes proporcionados por Gustavo Maldonado, director de la asociación Fondo para la Paz.
Se asentó que en el país todavía hay 5 millones de analfabetas, que no saben leer ni escribir, sobre todo en las poblaciones indígenas. “Un niño indígena entre seis y 14 años tiene el doble de posibilidades de no asistir a una escuela, que un niño no indígena”, dijo Maldonado.
Por su parte, en la misma nota, José Luis Gutiérrez Espíndola, director general de Educación por los Derechos Humanos, aseguró 10 por ciento de la población más rica completa en promedio 12 grados académicos, mientras que la población más pobre sólo alcanza dos, lo que permite ver la amplia diferencia que propicia la desigualdad social en nuestro país.
En el mismo tenor, el periódico Excélsior, en julio y enero de este mismo año, informó en dos ocasiones sobre esta problemática, resaltando que en nuestro país, cada hora, en promedio, 74 jóvenes abandonan el bachillerato, realidad ante la cual la Secretaría de Educación Pública (SEP) impulsó una beca contra la deserción escolar en el presente ciclo escolar.
“Hoy la SEP reconoce que anualmente cerca de 650 mil jóvenes abandonan el bachillerato, prácticamente mil 800 a diario,  y de ellos, dos de cada tres lo hacen en el primer año, es decir apenas en el primer o segundo semestre”, señaló el rotativo en su versión online.
Según las estadísticas, un joven proveniente de los hogares más prósperos tiene una probabilidad tres veces mayor de estudiar el bachillerato que un joven del estrato más desfavorecido y además tiene un riesgo tres veces menor de abandonar la escuela.
En total, entre los ciclos escolares 2000-2001 y el 2010-2011, más de 6.5 millones de adolescentes dejaron la escuela; y de acuerdo con el módulo especial de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo,  en relativo a la educación media superior, más de 52 por ciento de ellos lo hicieron por dificultades económicas en sus hogares; mientras que un 23 por ciento dejó la escuela por embarazo, matrimonio o unión libre.
No menos importante es la inequidad de géneros, pues aunque en menor porcentaje, aún se observan casos en comunidades, donde las familias no ven con agrado con las mujeres estudien.
Por ello, la misma pobreza y la ignorancia en las familias, las tradiciones y costumbres de muchos pueblos, que le restan importancia a la educación propician que muchos niños y jóvenes no acudan a las escuelas y sean utilizados en las labores del hogar o ayuden en el trabajo de los padres, ya sea en el campo o en otros oficios.
Hoy en día podemos ver niños en la calle trabajando, abandonados por su familia o que permiten que no estudian para que salgan a la calle a conseguir dinero, con el riesgo de que caigan en la drogadicción, sean abusados laboral e incluso sexualmente a edades tempranas, así como sufrir daños a su integridad por algún accidente por andar en la calle vendiendo algún producto o por trabajar de limpiaparabrisas en los cruceros de semáforos.
En Campeche, el sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) estatal, con apoyo de los municipales, se encargó de atender a esta población infantil, hablar con sus familias y apoyarlas y, si no tenían, se hizo cargo de estos adolescentes en albergues especiales, donde se les brinda, comida, educación y cobijo. Pero el trabajo infantil en muchos otros lugares para ayudar en sus casas aún persiste por la misma pobreza.
A estas situaciones de trabajo laboral infantil y juvenil se suman otros factores sociales como los embarazos no deseados, los matrimonios entre adolescentes, entre otros, que propician que los jóvenes abandonen las escuelas para trabajar y mantener a su nueva familia. Sin embargo, hay casos en los que los padres apoyan a sus hijos para que sigan estudiando y no dejen la escuela, en el mejor de los panoramas, aunque no es algo generalizado.
FACTOR PERSONAL
En este apartado, los factores personales influyen sobre manera en el abandono de los estudios, principalmente en el nivel universitario, pues en muchas ocasiones las aspiraciones personales, metas, objetivos son otros y por presiones familiares, muchos jóvenes entran a una carrera que no les agrada y finalmente terminan abandonándola y comienza a trabajar, aunque hay quienes sí buscan estudiar la que ellos consideran apropiada para sus habilidades e intereses.
Sobre este factor, el periódico La Jornada, en junio de 2013, publicó un artículo de Laura Poy Solano, en el que retomaba el análisis de la OCDE. En esta nota señala que México ocupó el primer lugar en el número de desertores escolares de 15 a 18 años, el último en el que los jóvenes tienen la expectativa de terminar el bachillerato y la universidad y ratificó el tercer lugar entre las naciones con mayor población juvenil que no estudia ni trabaja, con 7 millones 337 mil 520, condiciones que fueron calificadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) de un drama y algo brutal, porque existe una falla estructural.
El organismo internacional explicó que existe todo un conjunto de factores, entre ellos las condiciones socioeconómicas, laborales y de valoración de la educación por parte de las familias, por lo que consideró necesario impulsar programas de apoyos y becas para que los jóvenes de escasos recursos no dejen de estudiar, pues de lo contrario sólo llegan las malas noticias: tienen menos aspiraciones, menores posibilidades de tener mejores trabajos, remuneraciones y de crecer en su proyección laboral.
En Campeche se tienen programas específicos, por parte de organizaciones que brindan becas a estudiantes en prácticamente todos los niveles, con el fin de que continúen sus estudios y se apoye a sus familias económicamente, incluso pagan maestrías y posgrados fuera del país, lo que contribuye a mejorar la eficiencia terminal y la profesionalización de los estudiantes campechanos. Sin embargo, aunque con menos recursos, universidades también otorgan becas a los estudiantes bajo ciertas condiciones, pero es necesario incrementar los recursos para este rubro.
Algo lamentable y que resaltó la OCDE es que en México, los llamados ninis (jóvenes que no estudian ni trabajan) alcanzan el 24.7 por ciento de los jóvenes de 15 a 29 años (es decir, 89 mil más que en 2010), porcentaje que se ha mantenido relativamente estable durante más de una década, lo que significa que a pesar de las reformas educativas, la falla estructural persiste y se manifiesta como la verdadera raíz del problema en nuestro sistema educativo.
Al final, determino por coincidencias de los entrevistas, que la deserción escolar en estos casos, en la mayoría de las veces, era de índole personal, porque los jóvenes consideraban que no contaban con la capacidad para continuar la carrera, se les hacía difícil, no era lo que esperaban o porque simplemente se matricularon por presiones familiares, pero no pudieron continuar, porque no les pareció apropiada a sus intereses.
Posteriormente, hubo jóvenes ingresaron a la carrera de su agrado o simplemente abandonaron sus estudios para entrar al mundo laboral. Esto es lo que sucede conmúnmente en todo el país.
Otro factor que propicia la decisión personal de los jóvenes a abandonar los estudios es la falta de empleo en el campo laboral de la carrera que cursan. Esto porque es común observar que muchos jóvenes terminan sus estudios y no encuentran trabajo para aplicar sus estudios y terminan en centros laborales, donde son explotados, como supermercados, empresas privadas de comercio, como vendedores, agentes de ventas, incluso de choferes, recepcionistas y encargados de mostrador.
Esta situación desanima por completo a las nuevas generaciones que se preguntan: “¿Para qué estudio una carrera, una licenciatura?” si va a terminar trabajando en un supermercado, porque no hay fuentes de empleo en el campo laboral de su profesión. Lamentablemente esta situación se ve a diario y es una de las principales causas de deserción, para que perder tiempo estudiando una carrera que finalmente no ejercerán.
CONSECUENCIAS
Entre las principales consecuencias de la deserción escolar, son los recursos desperdiciados por la baja eficiencia terminal de los alumnos que inician sus estudios de primaria, secundaria, preparatoria y que no logran terminar una carrera.
La mayoría de los que no concluyen sus estudios terminan trabajando de empleados ya sea en el sector público o privado en labores que no exigen mayor conocimiento, por sueldos bajos, que apenas les alcanzan para mantener a su familia y, por ende, se ven en la necesidad de buscar otras fuentes de empleo alternas.
Otra consecuencia es que al no concluir estudios superiores, los jóvenes ingresan al campo laboral sin conocimientos apropiados, como para competir con otros jóvenes de países más desarrollados y con mejor preparación. México se encuentra en los últimos lugares en este rubro.
También la delincuencia es otra consecuencia de la deserción escolar, derivada de la pobreza, pues ante la falta de empleo, muchos de estos jóvenes se dedican a la delincuencia, ingresan al crimen organizado, al no encontrar fuentes de empleo, y terminan en actividades como tráfico de drogas, robos, prostitución, contrabando, entre otras actividades ilícitas.
Lo peor que puede suceder con estas consecuencias es que las generaciones venideras repitan los pasos de las actuales, gracias al ejemplo que reciben de sus padres, con lo que continúa creciendo el círculo vicioso de la ignorancia, desigualdad, pobreza y delincuencia.
 
Para terminar, me gustaría hacer mención por última instancia acerca de los niños, adolescentes y jóvenes que no tienen el alcance de la educación, y con esto me refiero a que no tienen familia y en algunos casos que viven en las calles; es claro que no se va a cambiar esta situación de un día para otro, pero considero que deberían de fundar asociaciones donde estos jóvenes puedan asistir y que se les impartan conocimientos básicos, incluso si se pudiese ir en ascenso para que puedan tener oportunidades futuras en el campo laboral. También, cada uno de nosotros como alumnos, no debemos de desperdiciar las oportunidades que nuestros padres nos brindan, porque no todos tienen el privilegio de poder asistir y graduarse de una institución escolar como quisieran.


Referencias bibliográficas:

*     Factores psicológicos que predisponen al bajo rendimiento, al fracaso y a la deserción escolar; ensaño de la Prof. Gladys Jadue J., Estudios Pedagógicos 2002; La deserción escolar universitaria, Carlos Antonio Quintero Macías.


*     La deserción escolar universitaria, un sinfín de causalidades y algunas propuestas de solución, Carlos Antonio Quintero Macías, enero-junio de 2007.


*     Periódico La Jornada, 10 millones de jóvenes no estudian en México, Lunes 4 de enero de 2010, p. 31.


*     Periódico Excelsior, julio-agosto 2013. Deserción escolar en México.


*     La Jornada, junio de 2013, Laura Poy Solano, art. “México, primer lugar en deserción escolar de 15 a 18 años: OCDE”.
 

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